Un comentario de Semana Santa del padre Villalobos. Jesús es un tipo que baja a la Tierra y recorre Galilea predicando el evangelio: en su caso, el evangelio es “Yo soy Hijo de Dios, que es el hueón más capo de este universo y todos ustedes tienen que temer su juicio y sabiduría”. La otra parte del evangelio es “si quieren irse al cielo y estar con Dios me tienen que seguir, porque soy el representante en la Tierra de este hueón tan capo”. La historia de Jesús es el periplo de un hijo único insoportable, que llega de turista a otro barrio y se la pasa hablando de lo bacán que es su padre y de cómo la gente de ese barrio no sabe cómo comportarse y no entienden las Escrituras y la patilla. Jesús es un hueón infumable, que sólo sabe mirarse el ombligo, hacerse el choro con los fariseos y contestarle mal a la autoridad cuando Poncio Pilatos le pregunta algo tan sencillo como cuál es su cargo dentro de la cáfila de perdedores que lo siguen. Alaraquea en la cruz todo un viernes SABIENDO que va a resucitar en dos días. Luego resucita y en vez de pasearse por Jerusalén -cosa que habría cambiado el curso de la Historia por siempre- se le aparece a sus discípulos en privado para echar la talla y, por supuesto, dejar una lista de instrucciones. Yo creo que Dios mandó a Jesús con buena intención. También creo que lo hizo muy a regañadientes porque sabía que su Unico Hijo era también su Hijo Tonto. Y creo que durante sus 33 años lo miró desde arriba, avergonzado, como esos papás que se enteran en el consejo de curso que sus hijos andan en los recreos pavoneándose de cuántos autos tiene su familia.
