Este miércoles 28 a las siete y media, en el Café Literario del Parque Balmaceda (Providencia 410), lanzamos El sur. Lo presentan Elisa Zulueta y Rodrigo Bazaes. Vayan.
Acá abajo, un fragmento del capítulo sobre la sangre.
“Al año siguiente, se mudaron con su mujer a una parcelita a unos cuantos kilómetros de la ciudad. Me pasó a buscar en auto y llegamos cuando estaba atardeciendo. Era en pleno campo y lejos, muy lejos, se escuchaban los camiones de la carretera.
-No te asustes por los perros cuando te bajes- me advirtió.
Pensé que no ibas a tener más perros, le dije.
Estos llegaron, me contó. Algunos.
Eran seis, entre hembras y machos. También había un montón de gatos.
Mi viejo me mostró sus tomates y sus plantas y un rosal que atraía a las abejas. Había mosquiteros en casi todas las ventanas. Era una vieja casita de campo pegada a un bodegón que alguna vez había funcionado como taller de motores. (…)
Dos de los perros eran negros. Son los hijos del Conan, dijo mi viejo al pasar. Los miré bien. Y ahí estaban, los rasgos mestizos del doberman cruzado con alguna perra del barrio: el hocico puntiagudo, las orejas y la manera de echarme un vistazo casual, sin amenaza. En realidad se parecen, dije. Les tomé una foto”.
