- Cuando Cortázar se burla de los burgueses como el hermano que le paga la vida al snob inútil cesante de Oliveira.
- Cuando se las da de choro de las pampas con las sesiones de sexo que se manda con la mina.
- Cuando se las da de choro de las pampas con las otras minas que le seguían el pico a Oliveira.
- Cuando insiste en que la Maga es chora no por las razones que ella cree, sino por las que sólo el tipo puede ver.
- Cuando se pone a name-droppear lugares de París como si no le fuéramos a creer que vivió allí.
- Cuando anuncia la moral Amelié en esos momentos del libro donde los europeos son sabios y enigmáticos y los chinos, negros y latinos son divertidos, simplones o crueles.
- Cuando usa a la Maga sólo para hacer preguntas que permitan que el héroe argentino, cuarentón muerto de hambre se luzca.
- Y, sobre todo, cuando insiste –con un conmovedor esnobismo de ex profesor de colegio chico- en que la única cultura que importa y salva es la de Hugo Wolf, Klee o Sartre. Cuando desdeña música, cine o novelas porque son consumidas por gente que desprecia. Cuando comete el error de creer que se va a ganar su carnet de francés honorario si contribuye a justificar la invención de camarillas. Ese desprecio era discutible entonces y pelotudo hoy.
