“Bajamos a Rebolledo porque la gente alegó”. “La gente está empoderada”. “Nos interesa escuchar a la gente que ahora tiene mayor conciencia de sus derechos”. El discurso 2013 de la Concertación es repugnante en su descaro y abierto cinismo: “No podemos seguir haciéndonos los hueones con determinados temas porque la gente ahora alega”. Eso no es hacer gran política. Es ser una pandilla de niños que dejan de tirar pelotazos a las ventanas porque los vecinos ahora los acusan a los papás.
