No vi suficientes estrenos como para decir que esta es una lista de mejores del año. Más bien es una serie de párrafos sueltos acerca de esas películas (o series) que me llamaron la atención y en las que seguí pensando incluso meses después de haberlas visto.
Elle
Hemos estado tan rodeados en los últimos meses por películas calculadas para no ofender, para seducir con amabilidad, para tocar las teclas de los mensajes más directos y apacibles, que Elle es ya no un simple vaso de agua en el desierto: más bien califica como una limonada con hielo en el infierno. Y harto que sabe esta película sobre castigo, penitencia y demonios. La eterna misantropía de Verhoeven, su sarcasmo y su desprecio por instituciones y afectos lo hacía un candidato natural para trabajar con la Huppert. No sólo porque director y actriz han corrido paralelos en una carrera de décadas contra el cliché y la sensiblería, sino además porque ella encuentra sus mejores momentos a la hora de encarnar mujeres que evitan a toda costa exhibir las huellas del daño. En esa galería de solitarias que nunca bajan la guardia y aceptan con rostro de piedra todos los golpes que el destino les ofrezca, la Huppert es imbatible. Y tiene sentido que sea este director quien la reclute para esta misión a Marte que es Elle, siendo Verhoeven el mismo que mutilara de pies a cabeza a Peter Weller en Robocop y que despojara de nacionalidad, sentimiento y futuro a Carice van Houten en El Libro Negro. Alguien podría sentirse violentado por la suma de atrocidades sugeridas o expuestas de la trama y preguntarse cómo podemos llegar a tragarnos esta historia. Le podríamos contestar: de la misma forma que cada semana la cartelera nos pide que traguemos historias donde superhéroes salvan el mundo, parejas encuentran el amor y familias se unen contra la adversidad. No hay nada realista en Elle. Es tan inverosímil como la última aventura de Los Vengadores. Pero ese es todo el punto de su negra ambición y del descaro con que avanza hacia un final que es al mismo tiempo predecible e infinitamente satisfactorio.
La bruja
¿Cómo se vive en el mundo cuando se cree a ciegas en la existencia de un Dios omnipresente? De muy mala manera. De forma aterrada, pusilánime, rota. Así son los personajes de esta película. Pocas veces se había visto en pantalla de esta forma la contradicción de la pobreza humana recortada contra el lujo del paisaje natural. Los protagonistas, esa familia liderada por un hombre que cree entender su fe mejor que todos los que le rodean, viven un proceso de cambio que les destroza: tal vez no hay Dios, sino dioses. Tal vez el nuevo mundo que han llegado a colonizar no es más que el campo de juego de Satanás. La Bruja nunca se detiene en aclarar si las fuerzas malignas que acechan en sus bosques son aquellas contra las cuales nos advierte la Biblia o provienen de un mundo ajeno que los peregrinos no alcanzaron a entender. La historia es, al mismo tiempo, un cuento de terror y también un relato galante: la historia de una seducción, de una inocencia que es negociada a cambio de la libertad total. La Bruja comienza en un pueblo miserable flotando en el barro y termina en un bosque iluminado por las llamas. En el medio hay un drama familiar, un padre que intenta hacer lo correcto y un niño cuyo momento de terror en el bosque está entre lo más fino que he visto en años.
Kubo
Lo mejor de Kubo no está en su anécdota, que es muy sencilla y muy hermosa, pero no demasiado innovadora. Lo que hace inolvidable a Kubo es la cualidad alucinatoria de sus imágenes. Uno no recuerda la secuencia de eventos del guión, sino las postales que lo van jalando: la desaparición de la madre, la primera vez que el mono habla, el barco, el esqueleto gigante, el abuelo que baja del cielo. Kubo es una fábula de destrucción y renacimiento. También, a su manera, es un estudio sobre la memoria.
Green Room
Una banda de punk rock viaja a un lugar en medio de la nada para ganarse unos dólares tocando en un bar neonazi. Dos horas después, están luchando por sus vidas. Es un magnífico thriller de asedio, emparentado con el mejor Carpenter de los ’70 y con esa joya olvidada que es Southern Comfort de Walter Hill. Y tiene ese intercambio final, donde un personaje mira alrededor suyo y dice “Esto es una pesadilla” y le contestan, en la línea más misteriosa de la película: “Para nosotros también”. Acosadores y acosados, hermanos de sangre y de alguna manera ciudadanos de un estado arruinado cuyo único eco es una visita policial tan mecánica como inútil.
Il Racconto dei Racconti
Vi películas mejores en el 2016, entendiendo “mejores” por películas que apuntaban a blancos más difíciles y acertaron en ellos de mejor manera. Pero no vi nada que me entretuviera como esta película de Matteo Garrone, a medio camino entre el Ruiz de La Villa de los Piratas y las andanzas de los caballeros de El Manuscrito Encontrado en Zaragoza. Escrito a partir de fábulas de Giambattista Basile, el guión enhebra una tropa de personajes que buscan cosas diferentes pero cuyas pequeñas y miserables tragedias tienen en común el rasgo central de todos los grandes cuentos de hadas: que el dolor y la pena surgen de la resistencia al cambio y a la aceptación de la propia naturaleza. La historia del rey enamorado de su pulga mascota y su hija con el ogro es superior a cualquier invención del Tim Burton post-Ed Wood.
Creed
¿Quién iba a pensar que los dos mejores filmes de la saga iban a estar al final? Si Rocky Balboa (2006) era una pequeña historia sobre un viejo tratando de hacer las paces con la muerte de su mujer, Creed tiene mucho de cadáver resucitado y reencarnado. De entrada, es la historia del hijo ilegítimo del gran muerto de la saga. Y además hay algo de Terminator 2 en la premisa: una figura dentro de la historia que reaparece a los ojos del protagonista con otra misión, otra actitud y otro futuro.
Estación Zombie
Siempre es una fiesta ver un filme coreano en pantalla grande, porque incluso el más mediocre filme coreano tiene dos o tres momentos que no se parecen a nada de lo que se suele ver en salas. En oposición a la bobería de películas como Guerra Mundial Z, donde un solo personaje carga en sus hombros el destino de la raza humana, en esta fulminante pieza de género tenemos personajes que sólo quieren cumplir con sus deberes humanos básicos: proteger una mujer embarazada, cuidar de una anciana enferma, devolver a casa a una hija que apenas se conoce. Qué cariño le tienen los coreanos a los géneros y con qué amor les sacan punta a los clichés más conocidos.
O.J.: Made in America
Traté de ver la serie dramática con actores sobre el caso de O.J. Simpson pero cometí el error de intentarlo después de ver esta producción documental de ESPN. Ningún actor, por dotado o inspirado que estuviera, podría jamás superar el misterio y tensión de los materiales de archivo de estos cinco capítulos. Organizados en torno a la carrera del deportista y estrella mediática, cuentan dos cosas que en el fondo son una sola: el problema racial en Estados Unidos y la obsesión de ese país con el ascenso y caída de sus famosos.
Hunt for the Wilderpeople
Llegué a este título por accidente gracias a un tic muy tonto: llevo años siguiéndole la carrera a Sam Neill. Lo que me ha hecho caer con mediocridades estilo Niños de la Revolución pero también con grandes chatarras como Event Horizon. Y así me topé con esta comedia/road-movie/historia de crecimiento dirigida por Taika Waititi (Thor: Ragnarok) que es casi perfecta en su energía y en su despeine. Está hecha como si fueran los ’40 y Preston Sturges estuviera en plena actividad filmando en los bosques de Nueva Zelanda. Como las películas de Edgar Wright, es una historia que goza recordando a otras historias. Como las canciones de Warren Zevon, es una arenga a favor del caos y el movimiento, de esas que sólo pueden terminar acelerando a fondo rumbo a la nada.
Sing Street
Los niños de Sing Street, a diferencia de los de School of Rock o el insoportable enano epifánico de Boyhood, no tienen nada de especial. Salvo uno, que toca todos los instrumentos de su padre –un músico de mala muerte- casi por inercia, todos los demás colegiales de esta película entran a una banda pop siguiendo las razones más sencillas: para no aburrirse, para molestar a un profesor, para ganar el interés de una chica. Y desde ahí hacia adelante, Sing Street se abre como una flor. Nunca, ni en cien años, habría esperado ver una película que me mostrara de forma tan sencilla y natural la clase de hechizo que los videoclips ejercieron sobre la primera generación que los vio en la tele. O que en una sola escena (un matrimonio que se está rompiendo en el primer piso, sus hijos encerrados en un dormitorio del segundo, escuchando música a todo mango) explicara cuán noble, necesaria e indestructible es la promesa de fuga y cambio que le entrega el pop a quien lo ama sin vergüenza.
Fiesta de salchichas
¿Una comedia animada sobre la necesidad del ateísmo como defensa básica en un mundo plagado de estúpidos? Sí, por favor, gracias. Por otro lado: qué extraña época es esta donde uno encuentra más subversión en el cine animado (Kubo, Fiesta de salchichas, La tortuga roja) que en la producción mayores de 14.
No respires
Un thriller alimentado con horas y horas de Alfred Hitchcock Presenta y Cuentos de la Cripta. Además, claro, de un par de homenajes directos a Wait Until Dark (1967). Como buen drama de suspenso ambientado en la casi total oscuridad, No respires tiene un trabajo de sonido que convierte a un roce o un click en una línea completa de diálogo. Fede Alvarez hizo Posesión infernal (2013), un remake de Evil Dead que pasó algo desapercibido y que yo encontré de primera línea. Su segundo filme no le quita el puesto de honor, pero es muy entretenido y además ofrece algo nada de menor: en estos tiempos, por fin una banda de ladrones que no se comportan como idiotas para servir a la trama.
Aquí no ha pasado nada
No sé por qué esto no se dice con frecuencia pero es bastante obvio a estas alturas: la clase alta chilena está tan mal representada en el cine nacional como la clase baja. Lo que hay de ella en nuestras cintas suele respirar cliché, prejuicio, ignorancia y palos de ciego. Si se le cree al cine chileno (y a nuestras teleseries), los cuicos desayunan con corbata y pelo engominado a la cabecera de una mesa rebosante de cereales, jugos, panes y tacitas de café, vigilados de cerca por empleadas de uniforme y gorra. Y por supuesto, tienen enormes oficinas con gavetas de licores y ventanales que dominan la ciudad. Por eso es tan refrescante lo que hizo acá Alejandro Fernández Almendras: el cuicaje de esta película inspirada en el caso de Martín Larraín no vive como mafiosos de teleserie venezolana. Son gente de apariencia normal, que comen y duermen en casas de relativo orden y limpieza, que suelen veranear en las mismas playas, que asisten a los mismos colegios, que estudian las mismas carreras y que conforman una tribu cuyo credo es una sola certeza: el mundo fuera de esa tribu está integrado por subhumanos. Eso es peor, mucho peor, que el cuico de teleserie tomando whisky con los zapatos arriba del escritorio a las diez de la mañana. Ese cuico whiskero es una invención. Lo otro no. Lo vimos en las noticias.
Horace and Pete
Fue una producción directa para internet, pero igual merece su espacio en esta lista. Se puede trazar una línea directa desde esa famosa rutina de Louis ck tratando de subirse al auto para llevarse a la familia de vacaciones pasando por Lucky Louie y por “Louie” hasta desembocar en esta serie, una especie de grado cero de la comedia. Descifrar las intenciones de un artista siempre es un deporte destinado a la frustración, pero uno se huele que Louis ck no hizo Horace and Pete porque quisiera expandir límites, ganar respeto o recibir premios. Uno intuye que el tipo hizo esta serie (atroz, claustrofóbica y fascinante) porque alguien tenía que hacerlo. La creación dramática entendida como servicio comunitario. Tal vez por eso hay un aire artesanal en Horace and Pete que a ratos recuerda al teatro amateur y en otros momentos suena al Dublinenses de Joyce. La serie contiene todos esos ecos dentro de ella. Es –como todas las grandes ficciones de ese país- el retrato de un microcosmos que de alguna manera añora y sigue exigiendo las promesas que la república dejó sin cumplir.
Arrival
El mejor de todos los estrenos que alcancé a ver en el año. Por ser solemne sin caer en la pompa y por sugerir caminos nuevos en un género que tipos como Nolan y los Wachowski se han esforzado en matar. La ciencia-ficción puede aspirar a la pretensión. Un lector de la vieja guardia incluso se atrevería a sugerir que la ciencia-ficción ES pretensión. Arrival entiende que la hora de querer apelar al mínimo común denominador llegó a su fin hace rato. Esta es una película que jamás pierde la pista de su historia, pero que al mismo tiempo no hace una sola concesión al espectador distraído. Este es el cine de un director trabajando al límite de sus capacidades. Sigo creyendo que Sicario es la mejor película de Villeneuve. Pero es innegable que Arrival es un filme que patea la mesa de lo que se entiende por género, por producto comercial, por apelación a la taquilla. En ese y en otros sentidos, esta fue la película más urgente, más rabiosa y más ideologizada de todas: un llamado a la concordia en el año en que esa palabra se jubiló.
