Este es un filme sobre maestros de artes marciales que decepcionará a quien asista buscando acción espectacular y tipos duros. Desde luego, habría que preguntarse quién va a una película de Wong Kar Wai buscando esa clase de cosas. El Arte de la Guerra es, en concepto, un filme sobre la figura de Ip Man (el instructor de wing chun que fue uno de los mentores de Bruce Lee) pero lo cierto es que esto no califica ni como biografía, ni drama de época ni película de patadas. El filme es -como lo fueran Happy Together, Chungking Express y otros títulos del director- una fábula sobre cuerpos que apenas se tocan y emociones que apenas se expresan, ideas que han sido parte del cine de Wong Kar Wai desde su debut en 1988. Por eso era tan interesante que él, maestro moderno del roce y la evasión, filmara un título de artes marciales, que es un género basado en el contacto pleno, el impacto y el daño abierto.
Bueno, el hecho es que El Arte de la Guerra es muy satisfactorio como reencuentro con los temas de su director pero muy deficiente como experiencia cinematográfica. Desde luego es un portento visual, no sólo por el trabajo del director de fotografía Philippe Le Sourd –que reemplazó al habitual Christopher Doyle- sino además por los aportes del diseñador y editor William Chang y el legendario coreógrafo de luchas Woo-Ping Yuen. Sin embargo, no tiene norte claro ni desarrolla una historia. Y esa crítica, que también se le podría hacer a dos o tres filmes previos de Wong Kar Wai, acá es central. Porque lo que en Cenizas del Tiempo era glorioso caos cronológico y juegos de cajas chinas aquí es simple confusión y letra muerta. El aspecto más sugerente del argumento, como es la relación de Ip Man con la hija de otro maestro (Zhang Ziyi), tiene hermosos momentos, pero ningún eco comparable a lo que el director consiguió con los mismos actores en 2046.
El pálido rostro de Ziyi es filmado con un amor y detalle que lamentablemente no se repiten en otras áreas de la producción y eso es porque al final el kung fu le importa muy poco al realizador, ya que sólo es una excusa para construir metáforas sobre la soledad, el azar y el paso del tiempo, los tres grandes temas de su cine. El kung fu en El Arte de la Guerra tiene la misma función que tenía la esgrima en Cenizas del Tiempo y la escritura en 2046: proveer escenarios para que los personajes buscaran sus propias desgracias en el amor. “La vida sin arrepentimientos sería aburrida”, le dice Ziyi al héroe en un momento y se entiende que habla de su corazón roto, pero también de la necesidad del artista de producir obras como esta, que se despeñan desde lo alto por su ambición y no por su modestia.
(Publicado originalmente en La Tercera, 20 de marzo de 2014)
