Durante los debates Obama vs Romney, muchos chilenos se quejaban en las redes sociales respecto a la atención que otros tantos chilenos le prestábamos a la elección presidencial en Estados Unidos. Una queja extraña, considerando que muchas de las decisiones, políticas y leyes que han afectado a nuestro país y a nuestros vecinos desde los años ’60 han tenido su origen –a veces directo- en la Casa Blanca.
La independencia de Chile respecto al mundo es frecuentemente cacareada, pero claro, sigue siendo una ilusión. Algo fácil de constatar revisando la parrilla de estrenos en salas locales durante el 2012, donde la mayoría de películas provenientes de Hollywood afectaron en forma directa la permanencia de títulos chilenos en los multicines. A excepción de Stefan vs Kramer.
Un dato a la causa: desde el 2002, cuando empecé a publicar estos recuentos anuales (en el sitio civilcinema.cl), jamás me había costado tanto alcanzar una cuota razonable de estrenos vistos para escribir el texto. No creo haber visto menos películas que otros años, pero sí estoy consciente que el 2012, como nunca antes, el paso de títulos pequeños –sobre todo locales- fue fugaz e intermitente. Mi Ultimo Round, una de las películas chilenas que más me gustaron, la pesqué el último miércoles de su exhibición en una sala desierta donde había tres personas. Los blockbusters sacaron de circulación con velocidad pasmosa filmes que merecían ventanas más extensas y que aún no llegan al DVD.
Por ejemplo, en este recuento no está considerado El Año del Tigre por la sencilla razón de que no alcancé a verla.
Así que este resumen del 2012 se publica ya entrado el segundo mes del 2013. A quienes se apresuraron a publicar sus listados y rankings cuando todavía no se acababa el año, sólo les puedo decir: los envidio, sinceramente.
El 2012 no fue un buen año para el cine adulto y los grandes temas. Sus blockbusters defraudaron (a excepción de Prometeo) y la comedia romántica tuvo escasa representación. A cambio, hubo una inusitada abundancia de cine de entretención de serie B. Espías, tiroteos, patadas, historias de supervivencia: el año fue pródigo en esa clase de películas que uno consume con gusto y que luego olvida hasta verlas reaparecer en el trasnoche televisivo, desde la sorprendente Abraham Lincoln: Cazador de Vampiros hasta la excesiva y sanguinaria Dredd. En una temporada donde los autores (Spielberg, Eastwood, Malick, Cronenberg, Polanski) defraudaron, los artesanos dieron la cara.
Ahora, vamos con las categorías. Como siempre, estamos hablando de películas estrenadas en salas chilenas durante el 2012, salvo que se indique lo contrario.
MEJOR ESCENA DE ACCIÓN: Un barco se convierte en una infinita serie de gags, explosiones, acosos y juegos del gato y el ratón entre la Reina de Inglaterra y una tropa de corsarios patipelados cuya única gracia es ser los dueños del último dodo que existe en la Tierra. Es el clímax de ¡Piratas! Una Loca Aventura, el filme animado de Aardman que dejó atrás –muy atrás- a competidores como Frankenweenie, Valiente y ParaNorman.
MEJOR USO DEL SONIDO: Protegiendo al Enemigo. Como bien dijeron algunos, podríamos nominarla como la Mejor Película que Tony Scott No Alcanzó a Dirigir. Aguda, crispada, verosímil –en la medida de su género- y, como buena heredera del tipo que filmara Hombre en Llamas y Enemigo Público, con un uso del sonido que zigzaguea entre el disparo ensordecedor y el susurro desesperado. Un trabajo impecable.
BASURAS BIEN VESTIDAS:Un Zoológico en Casa. La Piel Que Habito. La Chica del Dragón Tatuado (Fincher). Caballo de Guerra. El Artista. Un Cuento Chino. Enter the Void.
MEJORES CRÉDITOS FINALES: Argo.
MARCANDO EL PASO: Alexander Payne en Los Descendientes. Sin duda es un trabajo que merece atención. Incluso, en medio de su falsa modestia y su tono American-Beauty-en-Hawaii logra colar algunos momentos muy bellos, como la conversación de Clooney con su hija en la piscina. Pero este es el director de Election y de About Schmidt, dos películas que parecen torres de emoción y dobles lecturas al lado de esta casucha.
También sería interesante mencionar en esta categoría al Oliver Stone de Salvajes y al Tim Burton de Frankenweenie, pero ¿todavía hay alguien que espere gran cine de estos directores? Burton lleva quince años entregado a la innoble tarea de reordenar los muebles de esa mansión en su cabeza donde ya nadie quiere entrar. Y Stone obtuvo con Salvajes un logro vergonzoso: aburrir a quienes lo defendimos incluso después de Alexander.
Otro aparte en esta categoría: Hotel Transilvania, de Genndy Tartakovsky. Los personajes son atractivos, la animación es perfecta y el buen rato está garantizado. Pero este es un producto que podría haber sido hecho por cualquier director/animador competente y no se encuentran por ningún lado los rasgos y toques característicos del trabajo previo de Tartakovsky, el genio que estuvo detrás de Las Chicas Superpoderosas y El Laboratorio de Dexter. Esta es su primera gran producción en pantalla grande y es una pena que sea –hasta ahora- su obra más llamativa y, al mismo tiempo, la menos personal. Viéndola sentí lo mismo que sentí hace casi quince años viendo Misión Imposible 2 de John Woo, esa sensación de que alguien te estafó, de que no puede ser que esta cosa tan correcta y plana la haya firmado el mismo tipo que alguna vez te hizo saltar de emoción.
Un extraño pie de página en esta sección debería ser El Arbol de la Vida, de Terrence Malick. La insistencia de algunos en que la película debía ser apreciada en pantalla grande –donde pude verla- reapareció meses después con El Hobbit, respecto a la cual muchos dijeron que debía verse en el flamante 3D pergeniado por sus realizadores. En ambos casos, la técnica (narrativa, digital) esconde una extraña ausencia de contenido o intención de concluir el relato. En El Hobbit, claro, hay un motivo comercial: se trata del primer episodio de una trilogía. En el filme de Malick se atisba otra cosa, un cansancio, el ejercicio repetitivo de un artista que nos presenta como película algo que de hecho parece ser el diario de viaje en imágenes de un director buscando otra película. La ruta tiene sus momentos de valor, que curiosamente son los menos vistosos, como los vagabundeos de los niños alrededor de casas desiertas. Pero aquí no están los alcances emotivos de El Nuevo Mundo o el impacto sensorial de La Delgada Línea Roja. Más bien recuerda al Fellini de los ’80 o al Tarkovski de Nostalgia: imponente, boquiabierto, pomposo, ombliguista. Nunca pensé que llegaría el día en que Malick estrenara una película olvidable, pero aquí está.
Ah, y Polanski con Carnage. Qué delicada. Qué bien hecha. Qué innecesaria.
MEJOR REINVENCIÓN: Skyfall. Por lejos. Elegante y trágica a niveles que la saga Bond no había alcanzado en las últimas décadas a excepción de Casino Royale. Pero lo más interesante –lo que le hace uno de los estrenos del año- es la audacia de tomar al personaje en la etapa actual y decir: se acabó, volvemos a fojas cero, reiniciamos la franquicia desde la semilla. De ahora en adelante aquí puede pasar cualquier cosa y eso (que a algunos les puede dar lo mismo) a mí me pareció glorioso. Lucas tuvo seis películas para intentar algo similar con Star Wars y jamás le dio el cuero.
MEJOR TIROTEO: Looper. Hay un momento donde Bruce Willis, que durante buena parte de la historia está en un tono más bien apagado y crepuscular, se harta de todo y se vuelve BRUCE WILLIS. No el BW de Sexto Sentido, sino el BW de los ’90, ese que tomaba un arma y no la soltaba hasta vaciar el cargador. El cine contemplativo es una gran cosa. Pero el cine entregado a su primordial apetito por la destrucción es maravilloso.
MOMENTO MÁS ESTÚPIDO: Cualquier dato de la intriga (o las intrigas) de El Caballero de la Noche Asciende. De verdad, cualquiera. Escojan uno. Por supuesto, el finalista de rigor acá tiene que ser Prometeo. La diferencia entre ambas películas, para mí, radica en que el desmadre lógico de Prometeo es entretenido e incluso deslumbrante. Mientras que el de Nolan primero desconcierta y muy pronto agota. Tal vez –una opinión al pasar- el abismo entre las dos provenga del hecho de que a Scott le interesan las imágenes y a Nolan los conceptos. Por supuesto, hay planos memorables en El Caballero de la Noche Asciende: están todos en el trailer y repetírselo es la mejor manera de empezar a olvidar la película.
MEJOR MOCHA: Protegiendo al Enemigo. Ryan Reynolds lleva a Denzel Washington a una casa de seguridad en medio de la nada. Habla con el encargado. De pronto, sin mediar mucha provocación, el encargado le ataca. Pelean con la energía que Denzel ya no tiene, pelean con la ambición sanguinaria de los novatos ansiosos de probar su valor. Se sacan la mugre de una forma gloriosa. Luego viene el desenlace y un par de escenas que cierran la historia, pero que no importan demasiado, porque el verdadero clímax de la aventura fue esa pelea y el momento en que el personaje de Ryan Reynolds entendió que tenía talento y vocación para un oficio que odia.
Finalistas no estrenados en cine: El sufrido policía de The Raid aturde, mutila y desgarra a una docena de patos malos en un pasillo cochambroso de un edificio mientras un compañero se desangra a dos metros. También, la pelea entre Scott Atkins y el plomero en el baño de un cuarto de motel en Universal Soldier: Day of Reckoning, una película que me encantaría ver en pantalla grande alguna vez.
MEJOR RESURRECCIÓN DE UN GÉNERO DE MIERDA: Battleship, de Peter Berg. Algunos podrán alabar el pomposo reciclaje que una porquería como Drive hace del policial ochentero. A mí el trabajo de salvataje que esta cinta hace del viejo –antediluviano- cine de guerra náutica me parece mucho más agudo y conectado con el mundo fuera de la pantalla. Es un producto ensamblado sin mucho arte, desde luego, pero su falta de novedad la compensa con un cariño real y kamikaze a los clichés más fachos del antiguo Hollywood de postguerra. Entonces eran japoneses, hoy día son aliens. Lo que importa es la peripecia y aquí la saben contar. Vista como superproducción de matiné, la simpleza de su anécdota le juega a favor. En ese sentido, me pareció harto mejor que Los Vengadores.
MEJOR DEBUT:Rupert Sanders, en Blanca Nieves y el Cazador. Por supuesto, el guión es absurdo. Por supuesto, sus héroes son de cartón y se mantienen así gracias al lamentable trabajo de Chris Hemsworth y Kristen Stewart. Sin embargo, fue una de las grandes películas del año para ver en cine, a toda pantalla y a todo color. Sanders viene de la publicidad y sus dotes para sacarle punta al efecto digital y a la atmósfera de cuento de hadas de la historia son muy destacables. La película será una porquería que el tiempo olvidará, pero Sanders es un nombre a tener en cuenta. En la red también se puede ver el magnífico spot que hizo para el juego Halo 3.
MEJOR REINVENCIÓN: The Amazing Spider-Man. Honestamente, esperaba que fuera horrenda. Me pareció, de hecho, bastante más digna que la primera Spìder-Man dirigida por Raimi. Deberían revisar esa y hacer la comparación antes de vociferar que la nueva es atroz. La nostalgia encierra casi siempre una trampa. Lo que nos lleva a…
…LOS REESTRENOS DEL AÑO: El Padrino, Titanic (3D), Caracortada y Casablanca. ¿Qué tienen en común estas cuatro películas, aparte de una larga y provechosa vida útil en el home video y el DVD? Me atrevo a decir que todas encierran alguna clase de engaño. El Padrino parece ser la historia de una familia, cuando en el fondo es la historia de un cargo, un puesto perfectamente representado por esa silla que ocupan Brando y Pacino y que alguna vez –en un futuro post-mortem- ocupará Andy García. Titanic pareciera ser un romance, cuando en el fondo es el relato de la aventurilla que una chica de clase alta tuvo con un flaite en el contexto de una tragedia marítima. Caracortada pretende ser la crítica extrema del exceso capitalista fuera de control cuando en el fondo está glorificándole. Y Casablanca, ya se ha dicho demasiado, tiene menos que ver con el romance heterosexual de Bergman con Bogart que con la fascinación que este último tiene con el guerrillero y con el policía, ambos dos fantasías primarias de cualquier niño que haya jugado con pistolas. De los cuatro retornos, el más importante es El Padrino: fue lindo ver a toda una generación de gamers encontrarse en pantalla grande con el filme que es el origen de numerosas premisas de videojuegos. Sin embargo, fue Casablanca la mejor experiencia personal. Aunque verla en sala sólo me haya servido para confirmar mi vieja sospecha de que hay una famosa escena entre los protagonistas que es, sin lugar a dudas, un momento post-coito.
LAS VI Y YA LAS ESTOY OLVIDANDO: Tin Tin (se estrenó el 2012 en Chile, aunque no lo parezca), Atrapada, No le Temas a la Oscuridad, Los Juegos del Hambre, Inmortales, Hombres de Negro 3, American Reunion, El Lórax, Sombras Tenebrosas, Resident Evil 5, El Diario de un Seductor, Entrega Inmediata, El Legado Bourne, Los Indestructibles 2.
ARTIFICIALMENTE INFLADA: Hugo, de Scorsese. La Vida es Bella en esteroides. Uno de los guiones más simplones que haya tenido una película de Scorsese, si es que no es derechamente el peor, el más artificial, el más tonto. El sentimentalismo del director –que siempre ha estado ahí, no nos engañemos- corrió desbocado en este mamarracho que hace lucir a Caballo de Guerra como un filme de Haneke. No hay que perderse buscando acá ecos redentores del viejo Scorsese: esta nostalgia machacona y tramposa no es un canto de amor al cine, sino un ejercicio minucioso a la hora de encajonarlo en un recuerdo tan despolitizado que llega a ser facho. Lumiére como un mago prodigioso desconectado de su entorno y su país: la Francia de Hugo tiene la textura de un parque temático y el lloriqueo gagá de un comercial de perfumes.
OTRAS INFLADAS: Moonrise Kingdom. Quienes se sintieron llamados a comprarse esta nueva venta de pomada envuelta en celofán de Wes Anderson deberían buscar una copia de Harold & Maude, de Hal Ashby. Está editada en DVD.
LOS MAMARRACHOS: La Cosa (el remake), Sherlock Holmes 2, 11-11-11, Esto es Guerra, Actividad Paranormal 4, Stefan vs Kramer, Psíquicos, Paseo de Oficina.
EL PATINAZO DEL AÑO: La figura del crítico (o el espectador) que dice “esto debió hacerse de tal manera” es deleznable, pero a veces, unas pocas veces, el error en pantalla es tan prístino que merece el comentario.
Michael Caine se sienta en la mesa de ese hermoso bar europeo. Le traen su copa. Luego mira. A un lugar detrás de la cámara, levemente a su derecha. Mira a un lugar donde ha esperado ver algo por mucho tiempo. Lo ve. Se registra en su cara. Ahora, si hay un puto actor en el puto universo capaz de transmitir ese momento y los matices que implica, es Michael Caine. Si hay un intérprete capaz de hacernos partícipes de la recompensa que recibe la última esperanza de un viejo que ya las ha perdido todas, si hay un actor con la experiencia, el método y la autoridad para elevar una simple sonrisa a una epifanía de todo lo que necesitamos saber, es el que está sentado en esa mesa.
Pero no. Tenemos que ver el contraplano. Tenemos que enterarnos de qué es lo que está viendo. La obviedad de la revelación nos tiene que golpear en la cabeza como el martillo romo de un carpintero novato. No hay nada más doloroso de ver que un director que no confía en sus actores. La película es un mal mueble armado con las maderas más nobles. Y lo innecesario de ese contraplano –la obviedad de lo que ya sabemos que estamos viendo- es un espléndido resumen de todo lo que salió mal.
LAS MEJORES: El Espía (Tinker Tailor Soldier Spy), El Juego de la Fortuna, Skyfall, No, ¡Piratas! Una Loca Aventura, Looper, Ted, Prometeo, Shame, Agentes Secretos (Haywire).
MEJOR DOBLE ROMÁNTICO: Amigos con Hijos y Buscando un Amigo Para el Fin del Mundo. Ninguna de ellas es una película perfecta. Pero, en una época donde las historias de enamoramiento cómicas o dramáticas han alcanzado un grado de obviedad y producción en serie que las suele hacer infumables, estos dos títulos me llamaron la atención. El primero por ser una mirada de veras adulta al tema de cómo tu círculo de amistades influye en tus decisiones de vida. El segundo por tratarse de una fantasía amable, sencilla y sin trampas sobre la idea de que el romance surge en cualquier contexto. Incluso en mitad del apocalipsis.
MOMENTOS PARA RECORDAR:
-El diálogo entre un agente secreto convertido en profesor y un niño gordo ansioso de que alguien le diga que no es una basura. El Espía.
-La erótica, íntima, gloriosamente filmada pelea a mano limpia de Michael Fassbender y Gina Carano en Haywire.
-Jonah Hill aprende el lado más feo del negocio informándole a un jugador que ha sido vendido como una silla vieja a otro equipo. Brad Pitt pidiéndole a otro jugador que no se ponga los implementos. “¿Me vendieron?”, pregunta el crack. Pitt niega con la cabeza. Te vas para la casa. Se acabó. El equipo ya no te quiere. El Juego de la Fortuna.
-Un peluche mágicamente vivo pierde la magia en medio de un estadio desierto. Ted.
-Los bucaneros más crueles de los siete mares hacen sus respectivas entradas triunfales en un bar diminuto. ¡Piratas! Una Loca Aventura.
-Michael Fassbender, sentado en un vagón de metro, la mirada y el rumbo perdidos. Afuera, la gente corre. Era un final perfecto y es una lástima que la película se estire durante un par de secuencia que de verdad salían sobrando. Shame.
-La cesárea más cruda en la historia del cine comercial. Prometeo.
-Un niño que es algo más que un niño revela su verdadera naturaleza en un momento que parece sacado de las páginas más crueles del Akira de Otomo. Looper.
-El agente de la CIA que quiere rescatar a un grupo de funcionarios de su embajada pretendiendo que son parte de un equipo de rodaje, descubre los verdaderos maestros de la ilusión y la mentira en una lectura de guión de una película de mierda. Argo.
-El ejecutivo más alto (y supuestamente mejor preparado) de una empresa de valores le dice a un analista veinteañero que ha descubierto una crisis en desarrollo: “Explíquemelo como si fuera un niño de cinco años. O un perro”. Margin Call.
-Un avión pierde el control y un hombre que dos escenas atrás quería morir de pronto hace lo que puede, se ata como puede, para escapar a la muerte que de pronto es urgente, actual, aquí y ahora. The Grey.
-El puñetazo de un amante a otro. Mi Ultimo Round.
-La vieja va a comprar a un minimarket donde nadie la conoce. Vuelve caminando despacio. Sirve el desayuno para un hombre que sólo sigue vivo en su cabeza. La Dama de Hierro.
-Un beso que nace de un diálogo entre quienes se apenas se conocen, en mitad de la nada, en un paradero en mitad de los potreros. Verano.
MEJOR FRASE DEL AÑO: Peter Parker le informa al jefe de policía George Stacy que hay un lagarto gigante en Nueva York. Stacy (Denis Leary) le contesta con infinita paciencia: “Déjame preguntarte algo ¿me veo como el alcalde de Tokio?”
Finalistas:
Thor: “No tienes idea de con qué estás tratando”.
Iron Man: “Shakespeare in the park?”
(Los Vengadores)
“Entre los derechos que tengo que pagar, pierdo plata cada vez que tocan esa mierda de canción” (Vanilla Ice, en Ese es mi chico)
ENTRETENIDAS: REC 3, Killer Elite, Chronicle, Abraham Lincoln: Cazador de Vampiros, Protegiendo al Enemigo, La Mujer de Negro, Safe, Tower Heist, Inframundo 5, El Vengador del Futuro, Ese es mi chico, Joven y Alocada, Locos por los Votos, Get the Gringo, Dredd.
MEJOR PELICULA CHILENA: No, de Pablo Larraín. La crítica hacia el filme de quienes dicen que deposita todo el mérito del triunfo del plebiscito en la labor de los publicistas es muy extraña: que las movilizaciones callejeras y los pactos políticos no estén en primer plano no significa que no se aluda a ellos o se ignore su importancia. Lo que me gusta de No es la manera en que expone ese “triunfo” como lo que fue, la seducción del votante a través de las herramientas que eran esenciales al libre mercado impuesto por Pinochet. Desde luego, la presencia de la retórica publicitaria en la política chilena es previa a la dictadura. Pero pocas veces antes de 1988 hubo un choque tan brutal, público y abierto entre dos tipos de publicidad, dos maneras de entender al cliente y sus necesidades. En un sentido, No es esa comedia amarga que te hace reír con cosas que en el día a día te dan pena. En otro, más oscuro, como dijera Juan Pablo Vilches en el podcast de Civilcinema, es el relato de un crimen. Un delito cuya escena el protagonista abandona al final perdido, agobiado, sin rumbo.
Estas afirmaciones siempre envejecen mal, pero No es una película que sólo podría haberse hecho en Chile. En el Chile donde los opositores a un dictador le dan un puesto en el senado, en el Chile donde los más férreos defensores de ese dictador militan en un partido que tiene la palabra “demócrata” en su nombre, en el Chile donde a veces decimos no cuando queremos decir sí. Un amigo me dijo, a propósito de lo que escribí en La Tercera, que la película me gustaba por razones políticas y no cinematográficas y que eso anulaba mi opinión sobre ella. Creer que la política está separada de la vida y del cine como en una realidad paralela en la que no tenemos control ni opinión es una de las grandes herencias de Pinochet y es uno de los horrores nacionales que la película de Larraín expone sin alarde, pero también sin asco.
MEJOR PELÍCULA VISTA EN DVD: Empate entre God Bless America, de Bobcat Goldthwait y Universal Soldier: Day of Reckoning, de John Hyams. Goldthwait –a quien muchos conocen en Chile por su rol de Zed en la serie Locademia de Policía- tiene una extraña y esporádica filmografía como director: apenas cinco largometrajes en veinte años. Como Albert Brooks, otro humorista con quien comparte su interés por el cruce entre la humillación personal y la hipocresía del grupo, Goldthwait parece dispuesto a filmar sólo cuando tiene algo urgente por decir. Es el caso de God Bless America, una comedia cuyo argumento sobre un oficinista blanco embarcado en una cruzada homicida recuerda en algo a Un Día de Furia. También tiene lazos con Super (2010), la ignorada comedia negra de James Gunn sobre un adulto empujado por una adolescente a vivir las fantasías psicopáticas propias de la infancia.
Pero donde God Bless America supera a la nostalgia fascistoide de Un Día de Furia (esa nostalgia selectiva por una Norteamérica mejor, es decir, sin inmigrantes, ni pobres ni criminales) es también el mismo punto donde se aleja de los guiños de género de Super. El protagonista del filme de Goldthwait no tiene las esperanzas ni las utopías individuales de Michael Douglas o Rainn Wilson en las otras películas. Su vida está acabada, los límites de su proyecto son claros y el único final posible es la inmolación frente a las cámaras de un set televisivo. Luis García Berlanga comentó alguna vez que la sátira es un drama en el que las acciones de los personajes no te dan tiempo a llorar. God Bless America es una de las mejores comedias negras que he visto en mucho tiempo y también es una mirada seria, concentrada y trágica al presente de un país donde los conflictos son leídos como problemas, los problemas exigen soluciones y la solución suele encarnarse en un personaje capaz de ejercer violencia. La simpatía que el pistolero de Goldthwait despierta en algunos de los secundarios de la película –y en nosotros mismos- no se aleja mucho de la manera en que leemos y disfrutamos un filme de Nolan sobre Batman o un western de Tarantino sobre la esclavitud. Enfrentados a esa visión de túnel (que Goldthwait asume, pero que luego rechaza), no es raro que muchos comentaristas gringos hayan pasado por alto que la alabada Zero Dark Thirty –otra fantasía vengadora disfrazada de castigo merecido- narra la cacería de Osama Bin Laden inventando agentes de la CIA que se mueven con la misma ceguera moral y obsesión corporativa que la generación de cineastas como Goldthwait sólo reservaban para los asesinos en serie.
Universal Soldier: Day of Reckoning es una película valiosa por muchas razones, entre las cuales por supuesto está su asombrosa capacidad de engañar nuestras expectativas sobre su historia. Es el segundo acercamiento a la serie Soldado Universal que hace el director John Hyams, quizás el nombre más interesante que haya surgido en el cine de acción en mucho tiempo. Lo que Hyams ha logrado con Regeneration y Day of Reckoning, sus dos películas sobre comandos resucitados, es tomar un material que estaba literalmente en la basura y usarlo como punto de partida en una reflexión meditada (y muy cinéfila) sobre la violencia contra el cuerpo en pantalla y los actores que encarnan esos cuerpos dañados y golpeados.
La secuencia inicial de Universal Soldier DOR, con su juego en el punto de vista y su cruel vuelta de tuerca al inicio del Manhunter de Michael Mann ya merece un lugar en los recuentos. Pero la aventura posterior, con la utilización de partes descartadas de Robocop, Blade Runner y Apocalipsis Ahora, es en sí un monstruo resucitado a partir de material de desecho. Es un cine B armado sobre el detrito, el margen, el sitio baldío y los no-lugares urbanos que siempre han sido patrimonio del viejo y querido cine de artes marciales Golan-Globus: moteles anónimos, departamentos de un ambiente, escalinatas de incendios, casuchas en medio del bosque. Sería excesivo conectar el amor carnicero de Hyams por la autodestrucción con la moral bíblica de Goldthwait. Sin embargo, en su ferocidad como narradores y en su rechazo a florituras o concesiones secundarias, Hyams y Goldthwait parecen filmar como si estuvieran a un paso del cajón: un cine comatoso, un cine muerto y caminando, un cine demasiado cercano a la extinción como para detenerse en narrar algo que no sea esencial.
MEJOR PELICULA DEL AÑO EN CUALQUIER FORMATO: El Espía (Tinker Tailor Soldier Spy). Fue descorazonador ver a críticos cuyo deporte es quejarse del cine obvio y ramplón de Hollywood aparecer diciendo que esta obra maestra era difícil de entender. No lo es, al menos para cualquier espectador atento. Lo que sí es cierto es que este drama de diálogos y escenas de interior es una de las películas visualmente más densas que recuerde. La información que está en los bordes de la imagen (o la escena) suele contradecir la que está en el centro, lo que es coherente con el mundo de traiciones verbales y falsos culpables que presenta la historia. Ordenada en torno a las pesquisas de un viejo espía a la caza de un doble agente en el corazón del servicio secreto inglés, tiene momentos sublimes y otros que son pura acción, mental y física. La secuencia final, orquestada alrededor de la canción La Mer, baraja escenas de una fiesta de oficina con la resolución de todos los nudos narrativos, incluyendo aquellos que apenas sospechamos, esas revelaciones que aparecen un minuto antes que la película acabe. Un doble agente que es despachado sin pompa pero con mucha circunstancia, un intercambio de miradas entre verdugo y ejecutado que tal vez sólo existe en el montaje, un empleado de la Corona que recibe su premio, un servicio que es reestructurado desde sus cimientos, un mundo que permanece opaco ante nuestros ojos, pero que sin embargo ha sido destripado a niveles inéditos en comparación con los otros estrenos del año. El director Tomas Alfredson había entregado con Let the Right One In la mejor película de vampiros de nuestra generación. Aquí produce otra maravilla: una historia donde el destino político de un país se decide entre cinco o seis personajes y donde la tragedia de amores que se pierden y lealtades que se esfuman luce ridícula y épica a la vez.
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