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Channel: El blog de Villalobos Jara
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Hijo de Dios

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Los productores de este nuevo acercamiento a la figura de uno de los grandes personajes de la cultura occidental estaban también detrás de la miniserie La Biblia, de History Channel, la producción del 2013 cuyo éxito sorprendió a toda la industria. El dato no es menor, porque Hijo de Dios está presentado como un spin-off, un producto derivado de la miniserie y no exactamente como una película autónoma. Desde luego, funciona sin haber visto La Biblia. Pero es en ese contexto que su mensaje y moral cobra todo el sentido.

Ese sentido aparece prístino en cuanto el filme ofrece sobre la figura del personaje una lectura muy específica y muy anticuada, al menos en términos cinematográficos. Después del Jesús torturado de La Ultima Tentación de Cristo, del proto-hippie de Rey de Reyes e incluso cincuenta años después del Redentor campesino y humilde de El Evangelio Según San Mateo, el Pescador de Hombres de esta película luce como una maqueta de cartón al nivel del peor cine mudo.

Hijo de Dios, queda muy claro a poco andar el metraje, es una herramienta audiovisual para predicar a los conversos. Lo precario de sus recursos y la ingenuidad de la mayoría de sus escenas son coherentes con el material porque sus objetivos artísticos están incluso por debajo de los que tuviera Mel Gibson en su sanguinaria La Pasión de Cristo. El filme está hecho para traernos las Buenas Nuevas, producido con el entusiasmo despojado de autocrítica que podría encontrarse en uno de esos folletos ilustrados que imaginan el cielo poblado de ángeles tras el Apocalipsis.

¿Por qué Judas es un pecador? ¿Por qué los fariseos temían a Jesús? ¿Por qué el sujeto debería ser un ejemplo a seguir? La película toca brevemente estas preguntas para luego seguir adelante. Sin dudar. Sin jamás salirse del sermón. Y es asombrosa la comparación con Noé, el otro filme bíblico de la temporada, que pierde el control desde la vereda opuesta, la de la reinvención, la modernidad y la duda.

Es probable que a la luz de la fe, Hijo de Dios sea un gran triunfo. Desde luego, es extremadamente fiel a una antigua mirada sobre Jesús y su relevancia histórica. Pero esa misma fidelidad la despoja de cualquier interés para nadie que no sea un creyente.

 

(Publicado originalmente en La Tercera, 10 de abril 2014).



Godzilla (2013): Los hijos del átomo

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Godzilla fue inventado en Japón, pero en las películas que ha protagonizado desde 1954 es en sus contactos con Occidente donde su figura cobra sentido. Específicamente en sus encuentros con el ejército norteamericano, porque lo cierto es que esta criatura monstruosa ligada a los efluvios de la era atómica sigue siendo una de las mejores respuestas que el arte haya ofrecido sobre Hiroshima.

Un poder militar de alto vuelo (generalmente Estados Unidos) causa por accidente o desidia una hecatombe que arrasa una zona lejana a su propio imperio. De las cenizas de ese pequeño drama tercermundista surge un monstruo. Que no sólo es indestructible, sino que también parece empeñado en restaurar alguna clase de orden o simple justicia poética. Así es el esquema básico de todas las aventuras del personaje y así lo entendió el director Gareth Edwards, quien ya había filmado una bellísima historia de criaturas sobrehumanas en Monsters (2010).

En contra de la tendencia del blockbuster actual, Edwards hace que la historia se cocine a fuego lento, sin apresurar ni la destrucción ni el impacto. Sus momentos de gran escala –que los tiene y son gloriosos- están filmados no desde la perspectiva global y operática que usara Guillermo Del Toro en Titanes del Pacífico, sino desde la posición del testigo ocular, con el rabillo del ojo, a ras de suelo. Como los siniestros pods marcianos de La Guerra de los Mundos de Spielberg, la criatura que es el centro geométrico y verdadero protagonista del filme se revela paulatinamente, desde la silueta de su espinazo hasta el momento en que la vemos pisar tierra firme.

Godzilla está llena de hallazgos visuales que sorprenden por su inventiva, como el paracaídas que flota grácil entre los edificios justo antes que el avión de su ocupante explote atrás de la mujer que está mirando desde el suelo. Pero el recurso más astuto de esta gran película de matiné está en el guión y no en los efectos y es el hecho de que Godzilla nos vuelve a importar porque Edwards lo trata de la misma forma que Carol Reed trató a Orson Welles en El Tercer Hombre (1949): como una voluntad más grande que la vida, una que sólo entra a la escena cuando es hora de cumplir las expectativas que el drama ha creado sobre su figura.

 

(Publicado originalmente en La Tercera, mayo 2014)


La familia según Koestler

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“Las relaciones familiares pertenecen a un plano donde no rigen las normas corrientes del juicio y la conducta. Son un laberinto de tensiones, disputas y reconciliaciones, cuya lógica es autocontradictoria, cuya ética surge de una cómoda jungla y cuyos valores y criterios están Son un laberinto de tensiones, disputas y reconciliaciones, cuya lógica es autocontradictoria, cuya ética surge de una cómoda jungla y cuyos valores y criterios están distorsionados como el espacio curvo de un universo cerrado. Se trata de un universo saturado de recuerdos, pero son recuerdos de los que no se aprende nada; saturado de un pasado que no proporciona orientación para el futuro. En este universo, después de cada crisis y después de cada reconciliación, el tiempo comienza de nuevo y la historia está siempre en el año cero.” (Arthur Koestler)

womanundertheinfluence


Están tocando nuestra canción

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“No cometo el error que cometen los promotores de la alta cultura, que asumen que porque a la gente le gusta el arte barato, sus emociones también son baratas. Cuando alguien dice ‘Oh, mira, están tocando nuestra canción´, no quieren decir: ‘Nuestra canción, esta pequeña, barata y sincopada chatarra que sentimos cuando nos conocimos’. Lo que están diciendo es ‘Esa canción nos recuerda la enorme emoción que sentimos el día que nos conocimos’. Algunas de las canciones que uso en mi trabajo son grandiosas, pero las más baratas siguen descendiendo en línea directa de los Salmos del Rey David. Esas canciones dicen ‘Escucha, el mundo no es tal como lo vemos, el mundo es mejor que esto, hay amor en él, estamos en él o el sol brilla en todo’. La gente a la que llamamos tonta, simple, sin educación, tienen una profundidad en sus sentimientos tan auténtica y profunda como los más educados del mundo. Y el que diga otra cosa es un fascista”.

Dennis Potter, guionista y escritor inglés.

 

dennispotter


Transformers 4: La era de la extinción

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Cuatro películas se demoró Michael Bay en encontrar una solución para que distinguiéramos a un robot de otro en esta saga de eternas y ruidosas batallas. Es una solución que implica diseño, paleta cromática y un leve, casi indistinguible barniz de personalidad entre cada uno de los secuaces de Optimus Prime. Por desgracia, no están insertos en una historia que justifique el esfuerzo.

Han pasado varios años desde los eventos del último filme y los Transformers están siendo cazados por equipos de la CIA. Pero estos equipos no distinguen entre Autobots y Decepticons porque su verdadera agenda es el exterminio total de los Transformers en la tierra y (como es de esperar) hay alguien detrás moviendo los hilos. Peor aún –nos dice la película- ese complot viene del gobierno, un ente que en la saga tiene un curioso doble estándar. Su cabeza o poder central es presentada como inepta o ignorante, pero su brazo armado, los soldados, son los héroes que corren a la par junto a los Transformers.

Bay es la clase de director que es fácil odiar, tanto por su legendario mal gusto, su misoginia y su ideología burda como por la escasa atención que le presta al argumento y los personajes por sobre los efectos y el look visual. Sin embargo, no nos engañemos, todo eso también se podría decir de muchas películas de Spielberg y de al menos cinco de las seis películas estrenadas de la saga de Star Wars. Bay ha filmado horrores (Pearl Harbor), horrores tan malos que llegan a ser fascinantes (Bad Boys 2, Armaggedon) y al menos una película que califica como accidente feliz, la divertida comedia negra Dolor y Dinero. Transformers 4 está en una categoría nueva: es una experiencia casi física en términos del asalto a los sentidos tanto sonoro como visual. Todo es enorme, desaforado, sin tregua. Los personajes humanos (por ahí anda dando vueltas Mark Walhberg en piloto automático) dan lo mismo, porque la clave aquí es el deseo apenas disimulado de superar las mejores secuencias de robots gigantes que ofreció Guillermo del Toro en Titanes del Pacífico.

Ese es el verdadero motor de esta secuela y es lo que explica –incluso desde una perspectiva de cálculo de mercado- que tenga un extenso, casi intolerable final en Hong-Kong. Del Toro filmó su película desde el arrebatador cariño a un género y sus figuras. Bay hace lo propio en Transformers 4 desde el amor al dinero y a la tecnología, lo que le lleva a alcanzar una nueva cima personal: de todos los filmes de la saga, es este donde la mirada sobre los robots, gadgets y objetos de diseño alcanza el tono pornográfico que los episodios anteriores apenas rozaban. Esto ya no es cine industrial. Es softcore para ser consumido por inteligencias artificiales que aún no existen.

 

(Publicado originalmente en La Tercera, 10 de julio 2014)


Reseñas cortas de La Tercera 2008-2014

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Este es el archivo de reseñas cortas que he publicado en La Tercera desde el 2008. No están todas porque algunas simplemente se me perdieron. No están en orden cronológico, pero más bien se agrupan de arriba hacia abajo en períodos de seis-ocho meses.

 

Gángster Americano
Director: Ridley Scott
Con: Denzel Washington, Russell Crowe, Ruby Dee, Josh Brolin.
Duración: 157 minutos.
Género: Drama policial.
Producción: Estados Unidos.
Calificación: Mayores de 14 años.
El personaje de Frank Lucas (un criminal neoyorquino que se convirtió en el primer gran traficante de color de Estados Unidos a mediados de los ’70) es fascinante, lo mismo que la batalla que un policía de narcóticos (Russell Crowe) libró para capturarle. El problema es que esta cinta de Ridley Scott no tiene energía ni interés puestos en el relato. La producción –como de costumbre con el director de Blade Runner- es de primera línea, lo mismo que la fotografía y la música. Pero todo luce apagado, estático, sin vida, incluyendo a Washington y Crowe, ambos rindiendo aquí dos de sus actuaciones menos comprometidas en un largo tiempo.

Todos los clichés de rigor en un drama policial (la corrupción, el rol de los medios, el gángster como héroe de barrio, las luchas de poder) están aludidos, pero no desarrollados. Peor aún: Scott, cuyas películas siempre han sido en el fondo dramas laborales, le dedica escasa y torpe atención al entorno familiar de sus protagonistas.

 

Cometas en el cielo
Director: Marc Forster
Con: Khalid Abdalla, Zekiria Ebrahimi, Homayoun Ershadi.
Duración: 122 minutos.
Género: Drama

Producción: Estados Unidos.
Calificación: TE +7

Un escritor afgano residente en Estados Unidos recibe un telefonazo que le hace recordar sus años de infancia en el terruño, cuando el hijo del sirviente de su padre era su mejor amigo y ambos corrían cometas por el campo. A partir del best-seller de Khaled Hosseini, este drama sobre culpa y aprendizaje se mueve con fluidez en su primer tramo, para luego perder impulso e interés en la última media hora. El estilo del director Forster (Cambio de Vida) es pulido y seguro. También es profundamente impersonal: cualquier realizador competente podría haber filmado esto, y esa falta de impronta individual no minimiza los logros de la cinta, pero tampoco la eleva sobre la media. El trabajo de los niños actores impresiona, sobre todo porque a la larga esta es una historia sobre la crueldad infantil presagiando el horror de los adultos. En conjunto, una pieza recomendable de entretenimiento adulto, ese género cada día más escaso en la cartelera.
 

 

La Conspiración
Director: Paul Haggis
Con: Tommy Lee Jones, Charlize Theron, Susan Sarandon.
Duración: 121 minutos.
Género: Drama

Producción: Estados Unidos.
Calificación: Mayores de 14

 

Un soldado retornado de Irak desaparece de su base en Fort Rudd y su padre, un militar retirado, decide iniciar su propia investigación del hecho. Los datos que recopila no sólo sugieren una verdad espantosa. También le indican que puede no haber conocido para nada a su propio hijo.

Haggis, que hace dos años ganó varios Oscares con ese estridente alegato pro-tolerancia que fue Crash, se reinventa y consigue aquí una proeza no menor: usar una estructura mil veces vista (básicamente un episodio de CSI) y contar a través de ella una historia sobre el descalabro moral, la pérdida y el cinismo que la guerra –otra más- ha causado en su país.

La diferencia entre patriotismo y chouvinismo es tenue y es mérito de Haggis y su formidable elenco que esta historia no llame a rasgar vestiduras sino a meditar sobre el dolor ajeno. Quienes alabaron el correcto pero rutinario desempeño de Jones en Sin lugar para los débiles podrán apreciar aquí cómo luce el actor cuando le empujan a trabajar al tope de sus capacidades. Un gran filme.

 

 

 

Las Crónicas de Spiderwick
Director: Mark S. Waters

Con: Freddie Highmore, Sarah Bolger, Mary-Louise Parker.
Duración: 97 minutos.
Género: Fantasía

Producción: Estados Unidos.
Calificación: Todo espectador

 

Tres niños llegan a vivir a una ruinosa mansión cuyo antiguo dueño encontró una puerta entre esta realidad y un mundo de trasgos y duendes. Los chicos deberán defender el libro mágico de rigor de las huestes de un ogro villano, a espaldas de una madre que no les entiende ni quiere entenderles. Suena como una típica franquicia a lo Harry Potter y de hecho está basado en una serie de libros infantiles. Pero su gracia es narrar la historia con agilidad, sin demasiada pompa ni segundas lecturas. Esto es un cuento de hadas a la antigua, lo que quiere decir que hay un par de saludables escenas de violencia sugerida y miedo genuino.

Las Crónicas de Spiderwick no tiene la ambición de otras adaptaciones ni el despliegue visual de megaeventos estilo El Señor de los Anillos, pero conoce su público, maneja sus expectativas y entrega un producto a la medida. En medio de tantas sagas blanqueadas de su misterio y perversión originales, la cinta destaca justamente por no olvidar el motor clave de los grandes clásicos infantiles: que los adultos no pueden proteger a los niños de los horrores del mundo y que los niños lo saben.

 

 

 

Después de la Boda
Directora: Susanne Bier

Con: Mads Mikkelsen, Rolf Lassgard.
Duración: 120 minutos.
Género: Drama

Producción: Dinamarca.
Calificación: Todo espectador

 

Jacob (Mads Mikkelsen) viaja a su natal Dinamarca a recaudar dinero para el orfanato que administra en la India. Así conoce a Jorgen, un millonario algo fanfarrón que le pide unos días para pensar en su petición de fondos y, de paso, le invita al matrimonio de su hija. Jacob acepta y en la fiesta descubre que la esposa de su anfitrión es la mujer que le tuvo loco años atrás.

Francois Truffaut visitó estos territorios brillantemente en La Mujer de al Lado (1981) y la directora Bier se pone casi a la altura de ese clásico. El esquema melodramático le sirve para explorar un tema frecuentemente soslayado en estos dramas: el shock interno cuando descubrimos que la imagen que teníamos de nuestro propio pasado es una ilusión, un autoengaño o una historia sin terminar.

Mikkelsen, a quien vimos como el inquietante villano de Casino Royale (2006) se luce en un registro distinto. En general los actores están muy bien, lo que ya parece una marca registrada de la Bier, quien se halla más a gusto captando las sutilezas de un gesto o un grito antes que la simple acumulación de eventos. La propia modestia de su estilo y lo cliché de su situación inicial le juegan en contra para elevarse como un gran filme, pero en conjunto es un pequeño y muy digno trabajo de artesanos.

 

 

 

 

Rambo
Director: Sylvester Stallone
Con: Sylvester Stallone, Paul Schulze, Julie Benz.
Duración: 96 minutos.
Género: Acción
Producción: Estados Unidos
Calificación: 14 años
“Tus rodillas no soportan los saltos, así que olvídate de correr. Tienes artritis en tu cuello, depósitos de calcio en las articulaciones. Así que lo que vamos a trabajar es tu potencia para pegar golpes directos y poderosos. El viejo y querido trauma craneano”. La frase que uno de sus entrenadores le dice al héroe de Rocky Balboa (2006) parece haber sido tomada por Stallone como auto de fe a la hora de volver al ruedo como director en estos últimos años. Porque si esa cinta era un efectivo melodrama sin afeites ni sutilezas, Rambo es un producto de género que hace del golpe directo su religión.

Resulta que John Rambo (Stallone) ahora reside en la frontera de Birmania, retirado del mundo y viviendo de la caza de serpientes. Hasta que unos misioneros occidentales llegan pidiendo su ayuda para transportarlos al corazón de una zona de guerra. Al principio Rambo se niega, pero una de las chicas derrite su corazón y acepta el trabajo. Desde luego, los visitantes son capturados por un grupo de soldados particularmente crueles, y Rambo tendrá que volver a sus viejas costumbres.

 

Luego del primer filme de la saga (Rambo: First Blood, 1982) la saga del ex –combatiente de Vietnam se volvió desvergonzadamente una apología de la Norteamérica de Reagan, con sus misiones encubiertas, sus mini-guerras no oficiales y sus triunfos morales.

En Rambo toda preocupación geopolítica ha desaparecido. El guerrero ya no obedece a bandera o jerarquía alguna. Su única lealtad está en su privado sentido de lo correcto y es quizás ese detalle el que separa a la cinta de ser –como las anteriores- un artefacto protofascista: Rambo ya no defiende un estilo de vida, sino una simpatía personal.

 

Desde el punto de vista de quienes creen que el cine es una forma de arte que permite escudriñar los recovecos del alma humana, esta película es una pérdida de tiempo. Pero desde la perspectiva de la pura excitación audiovisual, desde la materia básica del cine (la acción, el movimiento, el ruido, el montaje) Rambo es la mejor pieza de entretenimiento que nos ha llegado desde El Ultimátum de Bourne. Es básica, es rápida y su retrato de la violencia física es tan explícito y gráfico que a ratos roza el porno y en otros directamente lo supera. En estos días donde incluso las películas de Bond son para todo espectador, eso debería valer como un punto a favor.

 

 

 

 

 

Corazón Secreto

Director: Carlos Flores Delpiano y Miguel Angel Vidaurre
Con: Ivan Marinovic, Celine Reymond.
Duración: 70 minutos.
Género: Thriller
Producción: Chile
 

Un hombre joven llega a su departamento (¿su departamento?) y allí encuentra el cuerpo de su mujer (¿su mujer?), que procede a cargar en el maletero de su auto para luego emprender un viaje sin rumbo. Esta película de Flores y Vidaurre cree en el cabo suelto como otras cintas creen en el final feliz. La apuesta a veces funciona –hay planos verdaderamente hermosos y un adecuado uso de la banda sonora- pero no genera suficiente compromiso con el conjunto más allá del interés cortés por quienes se atreven a experimentar.

De hecho, es una señal que el único (y breve) diálogo de la historia, donde dos viejos hablan de una noche de farra que terminó en el hospital, interese más que todo el resto de la peripecia. Para cinéfilos pacientes.

 

 

 

Rabia

Director: Oscar Cárdenas

Actores: Carola Carrasco, Benjamín Berger.

Duración: 74 minutos.

Género: Drama

Producción: Chile

 

Camila estudió secretariado y está cesante hace un año. Usando el mismo traje asiste a una entrevista de trabajo en el centro. Luego a otra. Y a otra. Y a otra. Suena como un latazo de proporciones, pero lo cierto es que este breve y fulminante drama es exactamente lo contrario. Todo aquel que alguna vez haya postulado a un trabajo reconocerá los detalles: la humillación de los cuestionarios psicológicos, la forma en que los postulantes se relacionan entre ellos, su timidez, su angustia, su vergüenza.

Parece un documental –está grabado cámara en mano-, pero hay aquí un trabajo dedicado de guión y actuación y el resultado es finísimo. A excepción de una secuencia final que desvía el tono y huele a género, todo lo demás en Rabia está justo en el tono correcto. En tiempos donde la miseria extrema ha sido glamorizada por la moral Benneton-Unicef, tal vez la silenciosa desesperación de la clase media sea el nuevo infierno que nadie quiere ver. Gran cine.

 

 

 

 

Adivina con quién salgo
Director: Craig Gillespie

Con: Billy Bob Thornton, Seann William Scott.
Duración: 87 minutos.
Género: Comedia

Producción: Estados Unidos.
Calificación: Todo espectador

 

En plena gira promocional de su libro de autoayuda, John Farley viaja a su pueblito natal sólo para enterarse que su madre viuda tiene novio: Jasper Woodcock, el profesor de gimnasia que le traumatizó de niño y que sigue siendo tan miserable y bastardo como entonces.

Más que por su guión o los hallazgos de la dirección, esta comedia vale por la figura de Thornton, interpretando de nuevo una variante del tipo cruel y cínico que patentara hace cinco años con Bad Santa y que ha continuado en tres o cuatro filmes. El aplomo con que hace atractivo un personaje tan odioso es el que salva a la trama del naufragio y también el que sugiere rumbos de comedia negra que la cinta nunca sigue.

En cambio, Adivina con quién salgo toma la ruta segura del humor adolescente y los valores familiares. No es un mal camino, pero la presencia de Thornton y de la gran Amy Poehler –como la agente literaria de Farley- boicotean alegremente la melcocha y el almíbar de las últimas escenas.

 

 

 

El Pequeño Charlot

Director: Arnold Burovs

Duración: 66

Producción: Lituania

Calificación: Todo espectador

 

Cuatro deliciosas historias contadas con animación stop-motion conforman esta antología del fallecido animador lituano Arnold Burovs, quien las produjo entre 1986 y 1990. Todas giran en torno a Charlot, el muñeco mediante el cual Burovs homenajea no sólo al personaje creado por Chaplin sino a toda la tradición del cine clásico. La primera historia es un ejercicio de crueldad pueblerina digno de Mark Twain. Las restantes son típicas aventuras chaplinescas, pero cargadas de un humor negro y una fatalidad que el original nunca tuvo. Dos de los cortos (El Sueño y La Ultima Hoja) son además espléndidas adaptaciones de relatos de O.Henry.

El conjunto carece del ritmo frenético de un filme Pixar o Dreamworks, pero tiene la nobleza y amor por el detalle del stop-motion clásico, además de una inteligencia poco común a la hora de relacionarse con su propia herencia cinéfila. En el panorama de la cartelera actual, es casi un imperdible.

 

 

 

Secretos

Directora: Valeria Sarmiento

Actores: Sergio Hernández, Claudia Di Girólamo

Duración: 85

Producción: Chile

Calificación: Mayores de 14

 

Sergio Hernández, quien en Diálogo de Exiliados (1974) fuera un bobalicón cantante pro-dictadura perdido en París, hace la ruta inversa en esta cinta dirigida por la mujer de Raúl Ruiz, responsable de ese clásico setentero y acreditado aquí como guionista. Hernández ahora es Atalibar, un ex –izquierdista que vuelve a Chile de su exilio para confesar lo que ya todos sus viejos amigos saben: que antes de huir a Europa asesinó a un legendario líder socialista.

Sin embargo, la intriga de Atalibar se diluye rápidamente mientras la cinta se mueve con gracia y estilo por una larga serie de viñetas que aluden a nuestra proverbial capacidad de irnos por la tangente. Todos los personajes tienen algo que confesar (secretos estúpidos y/o terribles), pero nada cambia cuando lo hacen. La película es tan juguetona como superficial y tan sarcástica como descreída. Su mirada sobre nosotros podrá ser cruel y a ratos gruesa, pero jamás discursea ni teoriza. Y eso, en temas tan manoseados como estos, por Dios que se agradece.

 

 

 

 

El Cielo, la Tierra y la Lluvia

Director: José Luis Torres Leiva

Actores: Julieta Figueroa, Pablo Krögh, Mariana Muñoz

Duración: 110

Producción: Chile

Calificación: Todo espectador

 

Tres mujeres y un hombre viven en los alrededores de Valdivia. El vive solo en medio del campo. Una de ellas se vuelve su empleada. Otra de las mujeres padece una depresión en silencio. El primer largo de ficción del director Torres Leiva (El tiempo que se queda) es un drama de pocas palabras, que contrapesa la opacidad de sus personajes con el magnífico registro visual de su entorno. Pocas veces ha sido capturada con tanta justicia la belleza natural del sur chileno y el efecto que tiene en sus habitantes.

Nunca llegamos a conocer a estos personajes –no en el sentido dramático clásico- pero sí hay un enorme cuidado narrativo en la forma en que habitan el espacio, en cómo se trasladan de un lugar a otro o cómo una frase casual puede sugerir una vida privada que nadie atisba. Un extenso plano secuencia donde una mujer camina por las callecitas vacías de un pueblo bien puede ser el momento más iluminado y revelador que el cine chileno haya entregado en años. En resumen, una película exigente, resguardada, que no se entrega fácil ni busca ser aceptada a la primera. Tal como sus personajes.

 

 

 

El Extraño Mundo de Jack 3-D

Director: Henry Selick

Duración: 77

Producción: USA

Calificación: Todo espectador

 

El director oficial de este largo de animación stop-motion es Henry Selick, pero el verdadero autor del proyecto fue Tim Burton, quien escribió y produjo la cinta. Lo curioso es que hoy, a quince años del estreno original, la película luce más que nunca como una entusiasta oda al conformismo y el sosiego.

Jack Skellington se aburre de la tierra de Halloween y eso le lleva a diseñar un plan demente para raptar a Santa Claus y organizar la Navidad a su pinta. La historia está contada con brío, los personajes son ingeniosos y la música de Danny Elfman sigue sonando formidable (a pesar del feroz daño provocado por el doblaje de español castizo).

Pero el mensaje de fondo del cine de Burton no ha variado y hoy es más claro que entonces: aprende tu lugar y no intentes pasarte de la raya, ni salirte de tu rol ni luchar por aceptación. Para un cineasta que alguna vez fue citado como un poeta de los freaks y los marginados, no deja de ser irónico captar que nada hay en él del aire corrosivo que hizo leyenda a sus maestros. Y esa sensación no la quita nada, ni siquiera el maquillaje de la tecnología 3-D. Sigue siendo una espléndida entretención familiar. Pero es extraño recordar la época en que se la leyó como un ejemplo de cine del futuro, cuando era exactamente lo contrario.

 

 

 

La Otra

Director: Justin Chadwick

Actores: Natalie Portman, Scarlett Johansson

Duración: 115

Producción: USA

Calificación: 14

 

La historia del rey Enrique VIII de Inglaterra y su tormentosa relación con las hermanas Bolena ha sido contada otras veces en cine. Esta nueva versión de la historia fue dirigida por un realizador habitual de producciones televisivas, lo que se nota demasiado: más que un filme para pantalla grande, La Otra luce como una miniserie de lujo, con hermosos trajes, intrigas palaciegas, fanfarrias a toda orquesta y una narrativa visual muy –muy- corriente.

El guión simplifica mucho la historia: Enrique VIII es el rey apasionado y temible. Ana Bolena es la chica ambiciosa que ha sido educada para seducir hombres poderosos, pero es María –su hermana dulce y bondadosa- la que llama la atención del monarca. Ambas se disputan al rey, los cortesanos intrigan a favor de una o de otra, la madre de ambas sufre en silencio y lo más interesante del drama (el celestinaje interesado y descarado que era regla en la corte inglesa por esos días) es aludido pero nunca desarrollado en todas sus implicancias. En general se deja ver y no carece de buenas actuaciones. Pero un ingrediente de lujo no salva un plato cocinado en microondas.

 

 

 

 

 

 

 

Arráncame la Vida

Director: Robert Sneider

Actores: Ana Claudia Talancón, Daniel Giménez Cacho, José María de Tavira

Duración: 120

Producción: México

Calificación: 14

En el México de los ’30, una quinceañera llamada Catalina es cortejada y luego desposada por un general que podría ser su padre. Convertida en mujer decorativa y brazo derecho de ese militar con aspiraciones políticas, Catalina conoce de primera mano las intrigas y traiciones mutuas de un país que intenta refundar su espíritu republicano tras la Revolución.

Ese es el argumento de Arráncame la Vida, la novela de Angeles Mastretta adaptada con bastante fidelidad en esta película, supuestamente la más costosa en la historia del cine mexicano.

¿Pero fidelidad a qué? ¿Al espíritu de folletín y melodrama del libro o a los ecos de la historia real? Arráncame la Vida quiere ser gran cine latinoamericano de exportación, pero sin dejar de apelar a los orígenes humildes y patipelados del melodrama. Y a medio camino consigue algunos momentos logrados –la primera vez que Catalina entra a la ópera o la relación que tiene con sus sirvientes-, aunque ninguno de ellos levanta la película sobre la medianía.

El problema no son los clichés, ya que el género del melodrama se alimenta de ellos. El problema no son los magníficos cuerpos latinos sudados después del amor en esos imponentes catres de hierro, ni las fiestas, ni los trajes, ni las impresionantes vistas de la campiña, ni la música a toda orquesta o las viejas sabias que sueltan sus frases para el bronce sin miedo a ser demandadas por García Márquez.

El problema de fondo es que Arráncame la Vida nunca se decide a abrazar el melodrama con autoridad o cariño. Es una producción pulida y elegante, pero en el mal sentido de la palabra, porque pretende ser sobria contando una historia que es puro exceso y sangre caliente.

Eso la vuelve un híbrido contradictorio, especialmente en un tema clave, como es la relación de poder entre hombres y mujeres: es llamativo que en una historia sobre la supuesta liberación mental y física de una mujer, sea la voluntad masculina (violenta o seductora) la que de veras mantiene el interés del espectador.

No nos toca de la misma forma el dilema de Catalina, porque apenas llegamos a conocerla. Sólo sabemos que siguió sus instintos, que se perdió en el camino y que cuando quiso seguir su corazón, ya era tarde para ella y para la película también.

 

 

 

 

El Juego del Miedo 5

Director: David Hackl

Actores: Tobin Bell, Costas Mandylor

Duración: 92

Producción: USA

Calificación: 14

El asesino original está muerto –como ya saben los devotos de la saga- pero ha dejado un montón de cabos sueltos después de su última masacre. Entre ellos, un agente del FBI que sospecha que un colega podría ser el cómplice anónimo que ayudó al psicópata por años. En paralelo, un nuevo grupo de incautos son sometidos a las pruebas crueles de rigor.

Con esta saga, iniciada el 2004, sucede lo que pasa con la mayoría de las series de terror: lo que horrorizaba en el primer filme, a estas alturas se siente familiar e incluso querible. Las torturas son ingeniosas, el look visual es apropiado y el final tiene las ya esperables vueltas de tuerca. Dentro de su género, la cinta cumple y jamás aburre. Pero esta saga ya cumplió su ciclo y está a las puertas de la autoparodia, como lo demuestra una pequeña gran idea del guión: que las nuevas víctimas de Jigsaw discuten cómo escapar de sus trampas citando a los filmes anteriores.

 

 

 

Rockandrolla

Director: Guy Ritchie

Actores: Gerard Butler, Tom Wilkinson, Thandie Newton

Duración: 116

Producción: USA-Inglaterra

Calificación: 14

 

 

El director Ritchie vuelve a la fórmula que patentara en Snatch y en Juegos, Trampas y Dos Armas Humeantes. Y la fórmula requiere de montaje epiléptico, abundante música rock, fotografía publicitaria y una larga lista de juegos homoeróticos disfrazados de actos criminales.

Ritchie es menos tonto de lo que parece, sin embargo: en Rockandrolla asume sin filtro sus verdaderas obsesiones, que tienen poca relación con el cine negro y sí están muy conectadas con la homosexualidad latente de sus héroes y la gélida personalidad de sus femme fatales.

La historia, sobre distintos grupos de criminales tras la pista de un cuadro robado y un rockero drogo, es laberíntica y confusa. Lo mismo que el montaje, que hace a la película fugaz y aburrida al mismo tiempo. Distrae, pero se olvida rápido porque lo que a Ritchie más le importa no es la intriga, sino los rituales poco santos de la camaradería macha.

Algún día, Ritchie se atreverá a filmar una historia que indague sin reservas en esos vericuetos, en vez de perder tiempo con estos refritos de cine negro. Por ahora, en el sentido estrictamente cinematográfico, sólo queda esperar que salga del closet.

 

 

Quémese Después de Leer

Directores: Joel y Ethan Coen

Actores: George Clooney, Brad Pitt

Duración: 96

Producción: USA

Calificación: 14

 

Un ex –analista de la CIA decide vengarse del gobierno escribiendo sus memorias. El disco que contiene el borrador cae en manos de un par de instructores de gimnasio que intentan sacar dinero chantajeando al analista. En el medio hay una pareja infiel y una atmósfera de relajo burocrático muy de la era Bush.

El problema de los Coen sigue siendo su desinterés por cualquier complejidad psicológica de sus personajes más allá de sus funciones dentro de la intriga. Al igual que en Sin Lugar para los Débiles, acá la codicia de los idiotas y la amoralidad de los asesinos causa muerte y caos. Pero si en el anterior filme de los Coen el tono era de tragedia pomposa y seudo-bíblica, aquí hay sólo humor tontorrón y colorinche.

La espléndida fotografía de Emmanuel Lubezki (Niños del Hombre) y un elenco de estrellas digno de una película de Scorsese son puntos a favor, pero no suficientes para elevar la cinta de la medianía en la que han caído sus realizadores desde El Gran Lebowski.

Si se disfruta la cínica y limitada visión de los Coen sobre el mundo y sus absurdos, la historia entretiene sin problemas. Pero esta es una tecla que los hermanos vienen tocando desde Fargo (su mejor película hasta ahora) y ya es hora de que directores con su talento e ingenio se muevan a otros pastos más exigentes.

 

 

Los Extraños

Director: Bryan Bertino

Actores: Liv Tyler, Scott Speedman

Duración: 85

Producción: USA

Calificación: 14

 

Después de asistir a una fiesta, una pareja joven se va a pasar la noche a una cómoda cabaña en los bosques. De pronto, una muchacha anónima golpea la puerta preguntando por alguien que no conocen. Será el inicio de un largo asedio a manos de un grupo de psicópatas enmascarados y casi mudos.

El gran mérito de Los Extraños es recoger ese viejo cliché de la pareja sitiada por el Mal –aquel cliché tan caro a la cultura norteamericana- y despojarlo de todo lo accesorio. Esta es una película de género austera, desnuda y enormemente efectiva. Privilegiando la posición de la cámara y el uso del silencio sobre la sangre y los golpes de efecto, la cinta tiene la moral anticuada y artesanal de una buena película de terror setentera. Tal vez algunos extrañen los guiños y el humor autoconsciente que han plagado el género en los últimos años, pero ahí radica justamente el mérito de Los Extraños: en dejar atrás la ironía y volver a tomarse en serio los recursos más básicos.

 

 

The Spirit

Director: Frank Miller

Actores: Gabriel Macht, Eva Mendes

Duración: 108

Producción: USA

Calificación: 14

 

 

Inspirado en una historieta inventada hace décadas por el venerado dibujante Will Eisner, este filme posee una ventaja a priori sobre otras adaptaciones de la viñeta al cine: su director es Frank Miller, quien tiene un glorioso pasado como artista de cómic. Pero, ya sea porque el respeto a la fuente no garantiza buenos resultados, o simplemente porque Miller carece de mínimos talentos fílmicos, The Spirit es una decepción y un desastre.

La historia cuenta las aventuras de The Spirit (Gabriel Macht), un policía asesinado que vuelve de la muerte convertido en justiciero. Su enemigo es Octopus (Samuel L. Jackson), un científico loco que conoce el secreto de la prodigiosa invulnerabilidad del héroe.

Todo en The Spirit es exagerado, arquetípico, más grande que la vida. Miller cree estar homenajeando el policial clásico y el cine negro, pero sólo está usando sus elementos más superficiales. ¿Y para qué? Para filmar uno de los más flacos favores que alguien le haya hecho al mundo del cómic, medio en el cual existen cientos de historias mejor contadas y más adultas que este fiasco.

 

 

 

Siete Almas

Director: Gabriele Muccino

Actores: Will Smith, Rosario Dawson

Duración: 123

Producción: USA

Calificación: TE

 

Un hombre que dice ser agente de impuestos rastrea a siete personas con una sola cosa en común: todos necesitan un transplante. A poco andar nos enteramos que el sujeto huye de un pasado traumático y que tiene en marcha un misterioso plan de redención.

Esta es la clase de historia que no despintaría en un capítulo de series como Camino al Cielo o Tocado por un Angel, que son su hábitat natural. Pero está colocada al centro de una película de cine, medio que requiere estándares más altos que la televisión, sobre todo en el área del buen gusto y la mesura.

Ni su cuidada producción ni la presencia del carismático Will Smith en el protagónico le quitan a Siete Almas su aire de folletín añejo. Esto es un dramón de baja estofa, manipulador y hueco, que alude a grandes temas (la vida, la muerte, el amor) sólo para exprimirles el poco jugo que todavía puedan darle a su esmirriada historia.

El protagonista es un misterio unidimensional y aburrido: sabemos que sufre y que quiere redimir sus culpas. Y punto. Smith hace lo que puede para hacerle empático, pero un buen actor no hace milagros, menos cuando todo el resto del conjunto está atornillando al revés. Dicen que la gente llora con cualquier cosa: yo no estoy tan seguro.

 

 

Dragonball Evolution

Director: James Wong

Actores: Justin Chatwin, Chow Yun-Fat

Duración: 85

Producción: USA-Hong Kong

Calificación: TE

 

Gokú es un adolescente cuyo abuelo le ha entrenado desde pequeño en las artes marciales. Gokú piensa que es un tipo normal, pero ignora que dentro de él laten grandes poderes relacionados con siete esferas mágicas.

Nadie debería entrar a esta película esperando diálogos geniales o actuaciones memorables, pero ¿es mucho pedir un poco de imaginación? El guión es inmensamente predecible, lo que en sí no sería obstáculo para que fuera entretenido, de no ser porque su ejecución es apenas correcta, por usar palabras amables.

Las peleas, las persecuciones, los chistes malos, la pandilla de amigos, la misión para salvar al mundo, etc. Todos los elementos los hemos visto –y los seguiremos viendo- en el cine industrial.

La serie original de Akira Toriyama tenía ciertos hallazgos de humor estúpido y algunas alusiones mitológicas que hacían tolerable la rutina de los enfrentamientos. Pero aquí eso brilla por su ausencia y en su lugar sólo tenemos colores brillantes y mucho ruido para reemplazar una historia digna. La serie no habrá sido una cúspide de la animación oriental, pero merecía mejor suerte en el cine que este latazo colorinche y fofo.

 

 

Rebobinados

Director: Michel Gondry

Actores: Jack Black, Mos Def

Duración: 102

Producción: USA

Calificación: TE

 

Un torpe hippie de barrio recibe una descarga eléctrica durante un acto de sabotaje a la planta local. Magnetizado, visita el videoclub de un amigo y borra todas las cintas de la tienda, arruinando el negocio.

¿La solución? Coger junto al desesperado cajero una cámara de video y grabar versiones caseras de los filmes más populares, que se vuelven un inesperado hit entre los clientes de la tienda.

Lo mejor de Rebobinados es su premisa. El director Gondry no sabe bien qué tono darle a su disparatada historia y oscila entre la farsa cínica y la comedia costumbrista a lo Frank Capra.

No es un horror, como lo fuera el anterior filme de Gondry, La Ciencia del Sueño, pero tampoco está a la altura de Eterno Resplandor de una Mente sin Recuerdos, la cinta que pusiera al director en el mapa mundial.

Rebobinados es simpática a ratos y cansadora en otros. Le sobra azúcar donde debería correr el veneno y desemboca en un final a lo Cinema Paradiso bastante gastado. Pero la idea es bonita.

 

 

 

Ella se fue

Director: James C. Strouse

Actores: John Cusack, Shelan O’Keefe

Duración: 85

Producción: USA

Calificación: TE

 

Un hombre cuya esposa militar fue enviada a Irak, recibe la noticia de que ella ha muerto. Incapaz de lidiar con el drama de contarle la verdad a sus dos pequeñas hijas, prefiere inventar unas “vacaciones”: los tres viajarán por tierra hasta un parque de diversiones que alguna vez visitaron.

Junto con cintas como La Conspiración (2007), esta es una de las tantas cintas a través de las cuales Hollywood ha tocado el tema de Irak desde la perspectiva del frente hogareño.

Sin embargo, más que una reflexión o alegato sobre la guerra, es un drama contenido y microscópico sobre una idea mucho más universal que el horror bélico: el momento en que un adulto debe asumir en regla el lazo inexorable que le une a sus hijos.

El protagonista no sólo lidia con la pérdida de su mujer. También con lo poco que conoce a sus hijas, una distancia que hasta entonces se había ocultado bajo la placidez de la rutina diaria. Ese descubrimiento es perfectamente reflejado por Cusack, quien aquí termina de alejarse de su anterior personaje de hombre-niño.

Un drama sin alto vuelo cinematográfico y modesto en sus alcances, pero muy digno en su tratamiento de la emoción y la soledad.

 

 

 

El Silencio de Lorna

 

Directores: Luc y Jean-Pierre Dardenne

Actores: Arta Dobroshi, Jéremié Renier

Duración: 105

Producción: Bélgica

Calificación: 14

Género: Drama

 

Una chica albanesa vive ilegalmente en Bélgica. Para conseguir la ciudadanía, acepta casarse con un drogadicto local, de quien luego se divorciará para casarse de nuevo, esta vez con el mafioso ruso que financia todo el proceso.

El Silencio de Lorna es una película sobre cómo la empatía (o algo parecido a un valor moral) se cuela incluso en los mundos más mezquinos y pragmáticos.

Los Dardenne siguen aquí su minuciosa exploración del ser humano, una obra en progreso en la que se atisban los contornos de una auténtica catedral del cine contemporáneo.

Dicho eso, es preciso notar que algo aleja a Lorna del impacto general que tienen otras películas del canon Dardenne. Sigue siendo uno de los imperdibles del año, pero su resolución es menos satisfactoria que los abismos existenciales que aparecían al final de Rosetta o El Hijo.

Es, en ese sentido, una apuesta arriesgada, que navega con fluidez pero que no termina de llegar a puerto. Sin embargo, qué poderoso viaje es el que nos ofrece en el medio. Nota al pie: es una gran opción para ver en programa doble con Al Otro Lado, de Fatih Akin.

 

 

 

La Decisión Más Difícil

Director: Nick Cassavettes

Actores: Cameron Díaz, Abigail Breslin

Duración: 109

Producción: USA

Calificación: T+7

Género: Drama

 

Anna Fitzgerald es una niña que fue concebida por sus padres para salvar la vida de su hermana mayor a través de donaciones involuntarias de sangre, médula y otras piezas de recambio. Sin embargo, Anna está hastiada de su situación y la perspectiva de tener que donar un riñón la hace demandar a su familia para ganar control de su propio cuerpo.

 

La Decisión Más Difícil toma una historia atractiva (con una premisa que da para interminables debates) y la convierte en un melodrama que es pura lágrima y buenas intenciones. En ese género, cumple con creces. Pero su impacto emocional lo consigue con golpes bajos y distanciándose de cualquier ambigüedad o zona gris.

Todo en esta cinta de Nick Cassavettes (Diario de una Pasión) responde a algún formato o cliché, tanto visual como narrativo. La única subversión está en la premisa original, en esa pregunta abierta sobre los límites de la autoridad paterna y los inicios del libre albedrío. Cronenberg habría entendido las posibilidades de este material. Cassavettes se conformó con usarlo para picar la cebolla más fina de la temporada.

 

 

This is It

3 estrellas

Director: Kenny Ortega

Duración: 112

Producción: USA

Calificación: TE

Género: Musical

 

Este documental póstumo editado a partir de los ensayos de la última gira de Michael Jackson tiene dos caras. Por un lado, es un descarado intento comercial de aprovechar el morbo sobre el personaje. Por otro, es un registro absorbente y complejo sobre el profesionalismo de una estrella del pop trabajando a gran escala.

This is It es el making of fantasma de una gira que nunca se realizó. Eso le da un aire perturbador a sus ensayos, coreografías, audiciones y pruebas de sonido, todas supervisadas por Jackson con un detallismo que sorprende.

También comprueba una vieja certeza: como buena superestrella ochentera, Jackson siempre plagó su iconografía con imágenes de muerte y destrucción a gran escala, lo que recalca el tono elegíaco del filme en general.

Esto no es A la cama con Madonna (1991), por cierto. El contexto biográfico es mínimo y Jackson sólo abre la boca para dar o recibir instrucciones. Lo que es un alivio: ¿alguien necesita a estas alturas más información sobre la vida privada de este hombre?

This is It no es un gran documental musical, pero sí es atractivo en su vistazo desnudo a la disciplina artística y al viejo conflicto del rey del pop: cómo coreografiar un show capaz de darle sobre las masas el control total que nunca tuvo en su propia vida.

 

 

 

El Poder de la Palabra

Director: Francisco Hervé

Duración: 75

Producción: Chile

Calificación: TE

Género: Documental

 

 

En medio del caos burocrático desatado por el Transantiago el 2005, los vendedores ambulantes (expulsados de las micros por el nuevo reglamento) deciden organizarse para recuperar su espacio y sus empleos.

Siguiendo a los protagonistas de esta historia mínima, el documental consigue más de un milagro: humaniza a un gremio nunca muy querido por el resto de la población, satiriza con gracia la pasión nacional por las soluciones parche y lo hace sin discursear ni llorar.

Esta es la película perfecta para ver en época de elecciones, ya que su verdadero tema es sobre cómo las personas aprenden a ser ciudadanos y a entender que son las instituciones las que deben servir al público y no al revés.

En un año donde el paternalismo subterráneo de ciertas cintas chilenas ha causado el inexplicable aplauso de los críticos, esta es una bienvenida cuota de aire fresco al debate. Las personas en el documental no están pidiendo limosna ni caridad beata: exigen el derecho a trabajar y –no es menor- el derecho a que se les considere parte del Estado. Una de las mejores películas chilenas que haya visto en varios años.

 

 

Los Abrazos Rotos

Director: Pedro Almodóvar

Actores: Lluis Hosar, Penélope Cruz.

Duración: 127

Producción: España

Calificación: 14

 

Un escritor ciego –que alguna vez fuera un director de cine bajo otro nombre- recibe la visita de un cineasta primerizo que quiere usar sus servicios de guionista. El diálogo gatilla en el escritor los recuerdos de la tragedia que cambió su vida catorce años atrás, una tragedia que involucra (como siempre en Almodóvar) la creación, el azar y el amor caníbal.

Después de la correcta pero inerte Volver (2006), el director español vuelve a los terrenos de La Mala Educación, esa zona donde se mezclan el placer de filmar con las consecuencias morales y emotivas de registrar la vida ajena en celuloide.

Desde Vestida para Matar hasta Peeping Tom, este es un festival de citas y guiños al melodrama guiñolesco que Almodóvar ama y conoce. También es una fábula alucinada sobre el oficio de dirigir cine y sobre la posibilidad de perder y ganar control (uno de los temas menos estudiados y al mismo tiempo más presentes en el cine de este director). Como muchas de sus cintas, es irregular y pierde foco hacia el final. Sin embargo, sigue siendo una de las experiencias más singulares que se pueden tener en un cine en estos días.

 

 

 

Los Amantes

Director: James Gray

Actores: Joaquin Phoenix, Gwyneth Paltrow

Duración: 110

Producción: USA

Calificación: 14

 

Si es verdad que algunas películas son novelas y otras historias breves, habría que decir que Los Amantes es un gran cuento corto: es acotado, contenido y basado más en la sugerencia que en la descripción. Su anécdota, sobre un tipo que intenta recuperarse de un colapso amoroso en casa de sus padres en Brooklyn, tiene el aire de un relato de Cheever. Los padres sueñan con un matrimonio entre el tipo y la hija de una familia con la que hacen negocios. Al tipo le interesa más la chica rubia del piso de arriba. El resto es tragedia, pero asordinada, en penumbras y hecha de susurros.

Recuperando el pulso tras la estridencia boba de Los Dueños de la Noche, el director Gray entrega aquí un relato que honra su amor por el cine norteamericano de los ’70: Los Amantes puede leerse también como un acto de vudú, donde se intenta convocar el fantasma de un cine y un país muertos hace décadas. El cine de Gray siempre ha sido funerario y elegíaco. Pero es en este bello trabajo menor donde por primera vez esas características engrandecen la historia en vez de estorbarla.

 

 

 

Invictus

Director: Clint Eastwood

Actores: Morgan Freeman, Matt Damon

Duración: 133

Producción: USA

Calificación: TE

 

En la Sudáfrica de 1995, el flamante presidente Nelson Mandela (ex prisionero de los gobiernos del apartheid por 27 años) decide impulsar la participación del equipo nacional de rugby en el torneo mundial.

Su objetivo es usar al deporte como catalizador de una reconciliación racial que todos ven lejana. Su único aliado blanco será nada menos que el capitán del equipo.

Cualquier sutileza o zona gris respecto a la manipulación política de eventos deportivos –algo de lo que sabemos bastante en nuestro propio continente- brilla por su ausencia en Invictus. Aquí todo es heroísmo, grandes discursos y heridas históricas que sanan con un gol.

Invictus tiene un barniz de epopeya histórica, pero su verdadera patria no es Sudáfrica, sino las soleadas canchas del drama deportivo clásico: el equipo en el que nadie cree, enfrentando a los rivales más temibles del mundo.

¿Cómo puede ser que el director que nos acaba de entregar los abismos morales de Gran Torino y El Sustituto aparezca con un producto tan plano y predecible? Misterio. Lo cierto es que esta es la cinta más débil de Eastwood desde Deuda de Sangre (2002).

 

 

 

Pesadilla en la Calle Elm

Director: Samuel Bayer

Actores: Rooney Mara, Jackie Earle Haley

Duración: 95

Producción: USA

Calificación: 14

 

La mayoría de los jovenzuelos que son masacrados en este remake del filme original de 1984 nacieron después de ese año. El dato da una pista sobre cómo ha pasado el tiempo y también sobre cuántas cosas han pasado dentro y fuera de la pantalla en las últimas dos décadas.

El argumento no tiene grandes variaciones: un grupo de adolescentes van cayendo bajo las garras del sanguinario Freddy Krueger, asesino que ataca en sueños y que está relacionado con un brutal hecho de sangre acaecido cuando todos ellos eran niños.

La Pesadilla original –dirigida por Wes Craven- nunca fue un gran filme, pero sí tenía coherencia interna e ingenio visual. Acá el suspenso y la tensión han sido reemplazados por el susto fácil y los efectos fotográficos.

Jackie Earle Haley (Watchmen) hace lo que puede reemplazando a Robert Englund en el rol de Freddy, pero su talento no luce en un remake que a ratos parece más una parodia que una reinvención.

¿Quiénes podrían disfrutar esta película? El público juvenil. Es decir, aquellos que justamente eran demasiado pequeños en la época en que en Hollywood el cine de terror le hacía honor a su nombre.

 

 

 

Amor a Distancia

Director: Nanette Burstein

Actores: Drew Barrymore, Justin Long

Duración: 102

Producción: USA

Calificación: TE +7

 

Poco antes de terminar su práctica en un diario neoyorquino, la simpática Erin conoce a Garrett, un tipo local con el que se embarcan en un romance. Cuando ella vuelve a San Francisco, ambos intentan mantener una difícil relación a distancia.

El gran problema de esta comedia romántica no es que esté fundada en clichés o personajes de sitcom. Su verdadera cojera es que Erin es adorable, madura y de veras muy atractiva. El personaje de Garrett, en cambio, es un egoísta que implícitamente exige lo que la película también espera: que la chica renuncie a su proyecto de vida y se vuelva la mujer mantenida de rigor.

Hay un par de buenos momentos –gentileza de Barrymore- y un final feliz que funciona. Sin embargo, la lectura de fondo es desoladora: la mujer debe elegir entre amor o carrera, pero el hombre puede tener las dos cosas.

 

 

 

 

Resident Evil 4: Resurrección

Director: Paul W.S. Anderson

Actores: Milla Jovovich, Wentworth Miller

Duración: 97

Producción: USA

Calificación: 14

 

Alice (Milla Jovovich) sigue luchando contra la malvada corporación Umbrella en un mundo post-apocalíptico habitado por zombies y mutantes. La misión en esta cuarta parte de la saga es encontrar un supuesto refugio donde los sobrevivientes puedan alejarse de los infectados.

El problema no es la premisa, ni el hecho de que esté basada en un videojuego –Silent Hill no era nada de mala en su género- sino que la película es absurda, repetitiva y predecible en el peor sentido. El abuso del efecto digital y la cámara lenta convierte a las secuencias de acción en comerciales de lencería, con chicas forradas en cuero saltando entre explosiones y disparos.

El exceso puede ser divertido y la moral de mujeres guerreras y voluptuosas puede tener su encanto: pero si ninguno de los personajes nos llega a importar, todas las peripecias y acrobacias dan lo mismo. Resident Evil 4 olvida esa regla básica del cine de matiné y lo que debió ser entretención de consumo termina siendo una ruidosa pérdida de tiempo. Hace diez años, la Jovovich era una de las mujeres más bellas del cine. Hoy día está a punto de graduarse como la Van Damme femenina.

 

 

 

 

 

Un Zoológico en Casa

Director: Cameron Crowe

Actores: Matt Damon, Scarlett Johansson

USA, 124 minutos

 

Los tigres y leones del Rosemoor Animal Park lucen muy dóciles. A veces alguno de ellos ruge, otro escapa e incluso hay un monito que parece vivir libre como una amapola. Pero en general, nadie levanta la cabeza más que para pedir su alimento.

Lo que ha hecho Cameron Crowe con esta película es lo mismo que los zoológicos hacen con los animales: domesticar lo que por esencia era impredecible y asombroso y dejarlo presentable para la revisión.

La historia sobre un hombre que intenta criar a sus dos hijos a meses de la muerte de su mujer y que termina comprando un zoológico para que sea su nuevo hogar es una premisa demente. Pero aquí se vuelve una melcocha de autoayuda con ecos de new age y falsa bondad que termina por agotar.

“Qué tiene de grandioso ser feliz”, le grita su hijo adolescente al padre de calcinante sonrisa y el chico está capturando la esencia del problema de Crowe: su obsesión como narrador por ver el vaso medio lleno hace desear que venga un desastre.

Que un león se coma a un cuidador. Que algo explote, que alguien aquí muestre tener algo de sangre en las venas. O que alguna de las actrices tenga algo más que hacer que estimular el deseo de los protagonistas masculinos.

Crowe cree poder comprar a la platea con clichés de la misma forma que su héroe cree poder comprar animales como si fueran cosas. Ambos se equivocan.

 

Atrapada

Director: John Carpenter

Actores: Amber Heard, Jared Harris

USA, 88 minutos

 

Este es un verdadero acontecimiento cinéfilo: he aquí la primera película de cine que el legendario John Carpenter dirige desde Fantasmas de Marte, su desastroso mamarracho del 2001. Quienes veneramos Christine, Halloween y La Cosa, sufrimos al ver cómo la carrera de Carpenter caía en picada durante los ’90. Atrapada es un intento tímido y modesto por volver al territorio que el cineasta conoce mejor: el cine de terror de bajo presupuesto.

Una chica es atrapada incendiando una casa y le envían a un sanatorio mental. El doctor a cargo la envía a un pabellón donde la reciben otras cuatro internas. Lentamente, la recién llegada huele la existencia de un espíritu demoníaco acechando a las pacientes.

El grupo en riesgo y confinado en un lugar cerrado, la heroína que sólo confía en sí misma y una amenaza inexorable. Carpenter maneja bien estos formatos, el problema es que Atrapada no ofrece nada nuevo, más allá de su bello uso de los ángulos rectos y los reflejos.

Esta humilde película de género no es el retorno de un maestro a su mejor forma. Es un pequeño ejercicio para el trasnoche, disculpable en un novato, pero no en un artista de semejante prontuario.

 

 

 

Cosa Voglio di Piú (Qué más puedo querer)

Director: Silvio Soldini

Actores: Alba Rohrwacher, Giuseppe Battiston

Italia, 126 minutos

Mayores de 14

 

Anna es una contadora que vive una existencia tranquila y burguesa en la Milán actual junto a su esposo. Hasta que conoce a Domenico, un hombre casado y padre de familia. Con él inicia un romance clandestino marcado por la torpeza y el secreto.

Lo mejor de este sencillo pero sólido drama italiano es su ausencia de excusas y psicologías baratas. Las vidas de estos infieles no son infernales ni opresivas y sus parejas son razonables, cariñosas, protectoras.

No hay motivo para que ambos arriesguen lo que tienen, excepto la atracción sexual pura y simple. Ayer, los dos vivían en universos distintos. Hoy no pueden quitarse las manos de encima.

Los actores y el director Soldini (Pan y Tulipanes) dan vida y energía a una anécdota vieja como el mundo. Las escapadas, los telefonazos, las discusiones, todo luce real y cotidiano. Además, luego del glamour plástico de los típicos thrillers de infidelidad hollywoodense, no deja de refrescar este affaire donde el dinero escasea y donde Domenico revela con una sola pregunta (“¿Y mis documentos?”) que nunca antes ha visitado un motel y que esta puede ser la gran aventura de su vida.

 

 

 

 

Caos Calmo

Director: Antonello Grimaldi

Actores: Nanni Moretti, Valeria Golino

Italia, 108 minutos

TE

 

Pietro, un exitoso ejecutivo de una importante empresa, pierde a su mujer en un accidente. Viudo y desorientado, su desconexión del mundo es tan grande que termina encallando en el parque a la salida del colegio de su hija.

Mientras los días pasan y sus compañeros de trabajo intentan despertar su interés por una inminente fusión multinacional, Pietro mata el tiempo espiando a los visitantes del parque y haciendo inútiles listas mentales.

Caos Calmo es una película fría, pero no exenta de un extraño humor. Moretti, que la protagoniza y co-escribe, hace diez años dirigió la formidable La Habitación del Hijo, otra historia de duelos vividos en silencio que parece una pariente lejana de esta fábula sobre la pausa.

Pietro no quiere nada. Ni volver al mundo, ni llorar ni rearmar su vida. Su opción –cercana al Bartleby de Melville- no es esperar, sino crear en su cabeza la ilusión de un perpetuo presente. La película no es perfecta y mucho del subargumento laboral suena falso y cliché. Pero la interacción de Moretti con el resto del elenco y ese parque es una artesanía minimalista que vale la pena admirar con atención.

 

 

 

 

Enter the Void

Director: Gaspar Noé

Actores: Nathaniel Brown, Paz de la Huerta

Francia-Alemania

160 minutos

Mayores de 14

 

 

No se engañen. Bajo los efectos de montaje, los juegos de luces y el obsesivo uso de la cámara subjetiva, esta película de Gaspar Noé vuelve a un recurso ya utilizado por cintas como Sunset Boulevard y Belleza Americana: el narrador muerto que presencia lo que sucede antes y después de su asesinato.

Un drogadicto es baleado en un bar de Tokio luego de discutir el famoso Libro de los Muertos tibetano con un amigo. Su alma recorre el tiempo y el espacio, lo que nos permite atisbar a su pasado y entender el lazo que le une con su hermana.

Enter the Void sigue la ruta trazada hace más de cuarenta años por el segmento final de 2001: Odisea del Espacio. El periplo de la conciencia es la excusa para que Noé y su equipo técnico jueguen con infinitas variantes de color, movimiento y sonido. En ese suntuoso y agotador ejercicio del cine como arte exploratorio de lo que percibe la mente fuera del cuerpo está el mayor mérito de la película.

Pero Noé comete el mismo error que hiciera un latazo de Irreversible (2002): su experimento formal está protagonizado por personajes que nunca llegan a importarnos. Lo que queda es el envoltorio, el truco y la pirotecnia. Impacto sensorial no es lo mismo que gran cine.

 

 

 

Hotel Transilvania

 

Director: Genndy Tartakovsky

USA, 91 minutos, TE.

Genndy Tartakovsky es uno de los genios modernos de la animación. Fue el cerebro de series como Las Chicas Superpoderosas, El Laboratorio de Dexter y Samurai Jack, lo que explica el interés por este nuevo trabajo suyo, ambientado en un hotel secreto construido por Drácula en medio de las montañas. El lugar funciona como un resort donde todos los monstruos clásicos (Frankenstein, La Momia, El Hombre Lobo) van a descansar lejos de la mirada de la gente normal.

La paz del conde y su negocio se ve perturbada por dos cosas: la mayoría de edad de su amada hija y la aparición inesperada de un turista humano que, en vez de huir horrorizado, se fascina con los huéspedes del hotel.

Los personajes son atractivos, la animación es perfecta y el buen rato está garantizado. Pero este es un producto que podría haber sido hecho por cualquier director/animador competente y no se encuentran por ningún lado los rasgos y toques característicos del trabajo previo de Tartakovsky. Esta es su primera gran producción en pantalla grande y es una pena que sea –hasta ahora- su obra más llamativa y, al mismo tiempo, la menos personal.

 

 

 

Jackass 3D

Director: Jeff Tremaine

Actores: Johnny Knoxville, Steve-O

Duración: 94 minutos

Calificación: Mayores de 14

 

Al igual que los episodios de la serie o los dos filmes anteriores, esta nueva secuela de Jackass se inicia sin siquiera sugerir una historia previa. Las demoliciones, bromas estúpidas y pruebas de resistencia que se suceden una tras otra no tienen contexto, porque todas existen en el eterno presente masculino de sus héroes.

Aquí no se asoman ni mujeres, ni líderes ni adultos responsables. Todo es irresponsabilidad juvenil y moral de camarines, una fórmula ya probada que Knoxville y sus secuaces ejecutan sin miedo a la repetición. O al daño cerebral.

Jackass surgió en paralelo al desarrollo de los efectos digitales. Tiene sentido que se haya vuelto la encarnación moderna de la peripecia física a lo Buster Keaton, el comediante dispuesto a correr riesgos demenciales para conseguir carcajadas sin trucos ni dobles.

Nada es falso en Jackass, salvo su modestia. Lo asuman o no, los brutos que aquí juegan con explosivos y animales de rodeo, han colaborado en dos de las labores más nobles de la cultura popular: devolvernos la confianza en lo que vemos y reivindicar el derecho humano a reírse del sufrimiento ajeno. El 3D de algunas escenas, por cierto, es por completo innecesario.

 

 

 

 

El Rey León 3D

Director: Roger Allers, Rob Minkoff

USA, 89 minutos

TE

 

Este reestreno en 3D es toda una curiosidad. Primero, porque la tecnología de los lentes bicolores no aporta casi nada a las imágenes originales, excepto en dos o tres grandes escenas de acción masiva. Segundo, porque ver en pantalla grande un largo de animación dibujada al viejo estilo califica como una experiencia estética por sí sola en estos días de render digital.

Pero además hoy día queda claro que El Rey León es un hito porque es un buen resumen de lo que podría definirse como el toque Disney. Contiene sus mejores logros (universalidad, eficacia narrativa, reescritura de viejos arquetipos) y sus peores defectos (racismo, clasismo, uso bobalicón de canciones).

La historia, por si alguien no la recuerda, es un cruce entre Hamlet y Excalibur: luego que su tío le engaña haciéndole creer que fue el causante de la muerte de su padre, el león Simba se exilia hasta que alcanza la adultez. Entonces el azar le revela que su verdadero sitio es junto a su pueblo y vuelve a reclamar su trono.

Hoy en día tanto su humor como sus recursos dramáticos lucen increíblemente ingenuos a ojos adultos. Tal vez siempre lo fueron, pero –en esta era post-Pixar- resulta casi imposible imaginar un mundo donde El Rey León fuera el éxito del año. De alguna manera, películas como Ratatouille y Los Increíbles fueron escritas y producidas en contra de esta moral. El Rey León 3D no es un estreno: es una visita al museo.

 

 

 

La Pareja Perfecta

Director: Robert Luketic

Actores: Ashton Kutcher, Katherine Heigl.

Duración: 100 minutos

Calificación: Mayores de 14

 

 

¿No acabamos de ver esta película? ¿No se llamaba Encuentro Explosivo y era con Cameron Díaz y Tom Cruise? La historia es muy parecida: una rubia tímida y ansiosa de romance conoce a un tipo misterioso que resulta ser un espía a prueba de balas.

La única diferencia es que acá hay un breve período de felicidad donde ambos disfrutan su relación antes que aparezcan los villanos. Luego vienen las explosiones, tiroteos y patadas, mientras en paralelo el espía intenta recuperar la confianza de la chica.

John Cusack protagonizó en 1997 la versión perfecta de esta idea de asesinos buscando vidas normales: era una comedia negra llamada Grosse Point Blank y tenía la mala leche y la ironía que faltan por estos lados.

Kutcher es más simpático de lo que algunos le conceden y la Heigl sin duda es agradable de ver (aun cuando venga haciendo el mismo personaje desde 27 Bodas). Pero el verdadero punto alto en este elenco es la casi desconocida Katheryne Winnick, encarnando a una pistolera mucho más divertida que la pareja protagónica.

Ahora, en serio ¿no acabamos de ver esta historia? ¿No se llamaba RED y era con Bruce Willis y Mary-Louise Parker? ¿Y no era bastante más entretenida?

 

 

 

Secretariat

Director: Randall Wallace

Actores: Diane Lane, John Malkovich

Duración: 123 minutos

Calificación: TE

 

A fines de los años ’60, una típica esposa y ama de casa llamada Penny Chenery debe hacerse cargo del rancho donde su padre crió caballos de carrera toda su vida. Sin experiencia pero con mucho carácter, Penny consigue a un entrenador experto para alistar a un joven potro en el que nadie tiene fe salvo ella.

Secretariat está basada en hechos reales, lo que es increíble dado lo mucho que el guión recuerda a docenas de cintas similares. Las historias deportivas de superación han llegado a ser un género hecho y derecho y –desde El Corcel Negro hasta Seabiscuit- los caballos han tenido su propio nicho dentro de él.

Secretariat, con todo lo peyorativo que suene, es cine para señoras. Fotografía elegante, atmósfera elegíaca, violines en la banda sonora y una heroína que gana trofeo tras trofeo pero nunca deja de tener una palabra amable para sus hijas.

Hay una nostalgia empalagosa y algo perturbadora rondando entre tantos prados soleados y mansiones rurales. Una nostalgia por una supuesta época de oro donde Estados Unidos era la tierra de las oportunidades, donde el dinero no importaba ni había tensiones de raza ni clase. Una época donde un niño podía decirle a su hermana: “No vayas a Chile, es socialista” y todos podían reír ante lo absurdo de la idea.

 

 

 

Torrente 4

Director: Santiago Segura

Actores: Santiago Segura, Kiko Rivera

España, 93 minutos

Mayores de 18

 

Segura sigue exprimiendo el limón de lo que alguna vez fue un simpático recocido de humor de baño y guiños al cine de acción hollywoodense. Esta es la cuarta aventura de José Luis Torrente (Segura), el policía más grosero e inepto de la historia de España. Aquí ya está fuera de la fuerza e intenta ganarse la vida como guardia de seguridad. Termina involucrado en un asesinato pagado, le traicionan, va a dar a la cárcel, etc. Como en los legendarios videos que Ernesto Belloni protagonizara a fines de los ’80, aquí suceden muchas cosas, pero no hay una historia. Torrente 4 podría durar siete horas. Si no se sintoniza con el humor de Segura –que implica mucho señor con poca ropa, mucha teta turgente y fluidos corporales- la cosa agota y aburre.

Torrente puede ser una gran franquicia (en España triunfó en taquilla) pero a estas alturas la saga anda corta de ideas y larga en metraje. El problema no son las groserías ni los chistes de retrete (Jackass 3 tenía su buena dosis al respecto) sino la sensación de que aquí no hay placer ni entusiasmo detrás de las cámaras, sólo el deseo disciplinado y calculado de hacer –otra vez- el gran negocio.

 

 

 

Verano

Director: José Luis Torres Leiva

Actores: Rosario Bléfari, Julieta Figueroa

Chile, 93 minutos

 

 

Si en El Cielo, la Tierra y la Lluvia (2008) un tema central era el perpetuo movimiento humano en paralelo con los ritmos naturales, en este segundo largo de Torres Leiva el asunto es la búsqueda del contacto. Ese contacto –entre los personajes que descansan en unas termas rodeadas de bosque y cerros- puede ser casual, buscado o incluso imaginado. Pero es el verdadero protagonista del filme, que no tiene un drama específico, porque está más interesado en registrar conductas antes que en esbozar conflictos.

¿Suena como un latazo? Tal vez lo sea si se busca aquí la disciplina del relato clásico. Pero a mí su deambular me pareció hipnótico, tanto en sus tonalidades de viejas polaroids como en el manejo de las miradas y gestos entre los actores. Torres Leiva hace un cine que parece deshilachado y caótico, pero que es, en el fondo, tan orgánico y sensual como esa escena en un paradero donde un beso robado adquiere la estatura de una revelación.

 

 

 

Volver al Futuro

Director: Robert Zemeckis

Actores: Michael J. Fox, Lea Thompson

USA, 116 minutos

TE

 

El reestreno en pantalla grande de este clásico del cine ochentero es el acontecimiento del mes. No sólo por la cristalina perfección de su anécdota, incluyendo las paradojas temporales que nunca tuvieron sentido lógico, aunque sí emotivo.

También porque este es uno de los grandes ejemplos de la generación Spielberg & Lucas en el punto más alto de su poderío. Ninguno de los involucrados en esta fábula sobre crecer y temer el cambio volvería a tocar el cielo de esta manera. Ni el protagonista Michael J. Fox, ni el compositor Alan Silvestri, ni el guionista Bob Gale o el director Zemeckis pudieron nunca repetir este pequeño milagro.

Para quienes no lo recuerden, esta es la odisea de un quinceañero que viaja desde 1985 treinta años al pasado, interrumpe el romance de sus padres y debe reparar el error para asegurar su propia existencia futura.

Es una historia de gente blanca, republicana y clase media como sólo supo producir el Hollywood de los ’80: el Hill Valley de 1955 que conoce el héroe no es una Norteamérica realista, sino un sueño del futuro republicano. Es la Norteamérica que Reagan había prometido restaurar.

Este reestreno no sólo permite apreciar mejor detalles como la formidable fotografía de Dean Cundey (La Cosa). También nos recuerda guiños adultos y nada de inocentes, como la fantasía revisionista de un pasado donde Chuck Berry le roba la idea del rock & roll a un chico blanco. Jóvenes que crecen y un pasado que vuelve: un retorno perfecto para los tiempos que corren.

 

 

 

 

Amigos con Hijos

Director: Jennifer Westfeldt

Actores: Adam Scott, Jennifer Westfeldt

USA, 104 minutos, mayores de 14.

 

Jason y Julie son los dos últimos solteros sin hijos de un grupo de amigos de Manhattan. Convencidos del cariño asexuado que se tienen mutuamente, deciden tomar una decisión radical: tener un bebé y criarlo juntos, pero sin convertirse en una pareja regular. Esta comedia de costumbres es una de esas excepciones donde la película mejora hacia el final. Luego de un comienzo endeble, que huele a típico romance moderno y a todos los clichés post-Harry-conoció-a-Sally, las consecuencias del acuerdo mutuo salen a flote y el dolor (y el miedo a la soledad y a equivocarse) aparecen. La directora Westfeld, quien además escribe y protagoniza, es un caso muy particular en Hollywood: conoce de memoria los resortes de la comedia romántica, maneja su funcionamiento y –tal vez por eso- logra torcerlos de maneras inesperadas y muy atractivas. Un filme pequeño, sincero y adulto, tres adjetivos que aquí son virtudes. Hay una discusión de sobremesa donde Jon Hamm entrega el momento más real y poderoso que le hayamos visto en cine.

 

 

 

Battleship: Batalla Naval

Director: Peter Berg

Actores: Taylor Kitsch, Rihanna

USA, 131 minutos, TE+7

 

Un puñado de naves exploradoras alienígenas cae en las costas de Hawaii. Mientras el resto del mundo mira impotente, un grupo de destructores militares que estaban en la zona en ejercicios de paz deberá salvar la Tierra de una invasión abierta. Inspirada por un juego de mesa, la película tiene un protagonista y algunos secundarios de interés, pero su centro está en las batallas, coreografiadas con sorprendente eficiencia y claridad para estos días.

Algunos podrán alabar el pomposo reciclaje que una porquería como Drive hace del policial ochentero. A mí el trabajo de salvataje que esta cinta hace del viejo –antediluviano- cine de guerra náutica me parece mucho más agudo y conectado con el mundo fuera de la pantalla. Es un producto ensamblado sin mucho arte, desde luego, pero su falta de novedad la compensa con un cariño real y kamikaze a los clichés del antiguo Hollywood de postguerra. Entonces eran japoneses, hoy día son aliens. Lo que importa es la peripecia y aquí la saben contar. Vista como superproducción de matiné, la simpleza de su anécdota le juega a favor. En ese sentido, me pareció harto mejor que Los Vengadores.

 

 

Chimpancés

Directores: Alastair Fothergill, Mark Linfield

USA, 78 minutos, TE.

En la Costa de Marfil, unos chimpancés luchan por el territorio contra rivales más fuertes y numerosos. En el primer bando está Oscar, un huérfano que deberá sobrevivir luego que ninguna hembra del grupo acepte alimentarle. Todos los triunfos técnicos de este documental, desde el impresionante registro del paisaje hasta las imágenes de animales en su estado salvaje, se caen ante un viejo vicio Disney: la humanización.

Oscar (¿cómo supieron los realizadores que el mono se llamaba Oscar?) está “triste”. Su madre lo “adora”. El jefe de la banda rival “teme” y “duda” por su liderazgo. Otorgar características humanas a los animales ha sido un recurso clásico en la animación infantil y en hitos del kitsch como Las Aventuras de Chatrán. Pero aquí luce forzado y es demasiado obvia la intención de cargar de dramatismo artificial eventos que son simples notas al pie en la vida diaria de estas criaturas.

Alguien dijo que hombres y animales se miran unos a los otros a través de un abismo de mutua incomprensión. Documentales como Grizzly Man de Herzog han dado cuenta de esa distancia con el respeto que merece. Chimpancés no cree en ese abismo. Ni siquiera sospecha su existencia.

 

 

 

Cómo entrenar a tu dragón 2

Director: Dean DeBlois

USA, 102 minutos, TE+7

Si el primer filme giraba en torno a la idea del cambio (psicológico, comunitario y físico) esta segunda parte apuesta por un enfoque más didáctico: de qué manera un joven se pone a la altura de los valores en los que ha llegado a creer. Puede sonar como material más bien pesado para una película familiar, pero el hecho es que Cómo entrenar a tu dragón 2 debe ser junto con Godzilla de lo más espectacular y dinámico que la cartelera ha ofrecido en lo que va del año. No quiere decir que supere al primer filme del 2010, esa perla que puso a DreamWorks casi a la par de los mejores hitos de su rival Pixar. Pero esta secuela sí es una continuación digna, coherente y que expande la historia inicial en vez de reiterarla, al revés de lo que suele suceder en las sagas de Hollywood. Su mensaje eco-animalista no está bien llevado, un nuevo personaje femenino tiene escaso interés y su villano es absolutamente plano al lado de sus héroes. Pero son detalles menores al lado de secuencias como la competencia inicial o el descubrimiento de ese santuario en los hielos. Es una película para ver en familia, en pantalla grande y entregados al gran espectáculo, ese concepto que Hollywood todavía es capaz de entregar cuando se aplica y no pierde el rumbo.

 

 

 

Atrapen al gringo

Director: Adrian Grunberg

Actores: Mel Gibson, Kevin Hernández

USA, 96 minutos

 

Se pueden hacer muchas críticas a la conducta pública de Mel Gibson, pero nadie podrá negar su carisma y presencia en pantalla, incluso más allá de sus limitaciones como actor. Gibson sabe dar estatura a roles que nunca la tuvieron en el papel y también es capaz de habitar una película hasta volverse su autor principal.

Por suerte, eso sucede en esta demencial aventura carcelaria, dirigida nominalmente por Adrian Grunberg, quien fuera asistente de dirección en Apocalypto (2006), el último trabajo de Gibson como realizador hasta ahora.

El hombre que fuera el Loco Max y el Riggs de Arma Mortal acá interpreta a un ladrón veterano, que es atrapado con un montón de dinero en la frontera con México y enviado a una cárcel-ciudad controlada por la mafia.

El lugar es un infierno denso y complejo que reproduce casi todos los clichés hollywoodenses asociados al bajo mundo latino. Tal vez por eso, más que indignar, cautiva. En su desfachatez y exceso a la hora de filmar tanto la miseria humana como la violencia criminal, la película es también una curiosa metáfora de la imagen de paria que Gibson ha adquirido en la industria: un artista que debe exiliarse en los márgenes de un género despreciado para recordarnos (como su personaje) que nunca será un santo, pero que jamás ha dejado de ser un profesional experto en su oficio.

 

 

 

Looper

Director: Rian Johnson

Actores: Joseph Gordon-Levitt, Bruce Willis.

USA, 118 minutos, mayores de 14

 

Es el año 2042 y un tipo se gana la vida matando gente que sus jefes mafiosos envían desde el futuro. Todo va bien hasta que una versión envejecida de sí mismo llega inesperadamente en un evento que altera tanto la metodología de su trabajo como su propio destino. Lo que sucede luego mezcla con astucia elementos e ideas que van desde Blade Runner hasta Testigo en Peligro. El director Rian Johnson (Brick) consigue varias cosas. Entre ellas, contar una historia que crece en interés hasta la última escena. Además –logro no menor- hacer que perdonemos el ridículo maquillaje al que somete a Gordon-Levitt para que parezca una versión juvenil de Bruce Willis.

La endeble lógica de los viajes en el tiempo de Looper no tiene sentido. Como tampoco tenían sentido los viajes en el tiempo de Terminator, Volver al Futuro y un largo etcétera. Con saludable autoridad narrativa, Johnson prefiere poner la atención en las consecuencias de la tecnología en sus personajes, antes que en la mecánica de esa tecnología.

Al final, lo que ofrece es una aventura que es puro movimiento, escape y delirio, presentada con un despliegue visual digno de aplauso. Un filme de ciencia-ficción que devuelve la fe en el género.

 

 

 

Prometeo

Director: Ridley Scott

Actores: Noomi Rapace, Michael Fassbender

124 minutos, mayores de 14

En el año 2094, guiada por jeroglíficos milenarios, una misión científica viaja a un planeta desconocido donde encuentran huellas de los alienígenas de los que al parecer desciende la raza humana. Por desgracia, no todos los habitantes del planeta están muertos y algunos están lejos de ser hospitalarios.

Presentada como una precuela al primer filme de la saga Alien, esta película es una bofetada en la cara al ecologismo bobo de Avatar. De hecho, supera a la producción de James Cameron en casi todas las categorías. Scott tal vez no sea un autor o un gran artista, pero cuando se aplica a fondo -como en este caso- produce entretención del más alto orden. Prometeo tiene varias alusiones obligadas a Alien, pero las que más emocionan son las sutiles conexiones que establece con otra famosa película del director. Además, como en tantos otros filmes de Scott, su impecable diseño visual deslumbra por sí solo. Contiene una escena de cirugía mayor que puede estar entre las cosas más feroces que haya visto en una superproducción hollywoodense. La acabo de ver y ya quiero repetírmela.

 

 

 

Psíquicos

Director: Rodrigo Cortés

Actores: Sigourney Weaver, Robert de Niro

Mayores de 14

España, 113 minutos

Quizás la única tendencia fílmica digna de mención en el año que se acaba fue la ola de historias sobre posesiones y fenómenos sobrenaturales que visitaron nuestras salas. Entre ellos, los demonios (Siniestro), exorcismos (Con el Diablo Adentro) y presencias malignas varias (Actividad Paranormal 4). Uno de los títulos todavía en salas es Donde Habita el Diablo, cuyo guión de hecho fue escrito por el director Cortés.

Psíquicos, producida en España con actores de habla inglesa, tiene un argumento ya reconocible: dos científicos expertos en supercherías se encuentran con su némesis, un vidente ciego que ha reaparecido a la luz pública exhibiendo impresionantes poderes. Nada tiene mucho suspenso, novedad o sentido. Buena parte de la atmósfera que consigue en algunos puntos se debe al verdadero héroe del filme, el director de fotografía Xavi Giménez (Agora, Los Sin Nombre), quien le da a muchas escenas una textura que el guión no les proporciona.

 

 

 

Resident Evil 5: La Venganza

Director: Paul Anderson

Actores: Milla Jovovich, Sienna Guillory

USA, 95 minutos, mayores de 14.

Años después de los eventos del primer filme de la serie, los virus creados por la malvada corporación Umbrella han aniquilado o convertido en mutantes a un 99% de la población mundial. Lo que plantea una pregunta: si ya no existen consumidores, ¿a quién planea Umbrella venderle sus letales productos cuando el conflicto termine?

Es una duda razonable ya que la saga Resident Evil, desde sus momentos más bajos (Apocalipsis, 2004) hasta sus mesetas más dignas (Extinción, 2007) ha sido siempre una desopilante parábola sobre el capitalismo devorándose a sí mismo. Esa premisa reaparece en este nuevo episodio, pero todo –incluso vueltas de tuerca como la reaparición de quienes creíamos difuntos-está hecho sin interés, ni novedad.

Alice vuelve a luchar contra bichos y zombies, sólo que ahora lo hace en las entrañas de una base submarina. No es casual que las tramas de las distintas Resident Evil se confundan: son plantillas clonadas de una idea que alguna vez fue divertida y hoy funciona apenas por inercia, como los laboratorios y los planes de expansión comercial de Umbrella.

 

 

 

Soy mucho mejor que voh

Director: Che Sandoval

Actores: Sebastián Brahm, Nicolás Alaluf

Chile, 83 minutos.

En Te creís la más linda pero erís la más puta, Che Sandoval mostraba un Santiago poblado de adolescentes perdidos y casi desierto de adultos, como una versión torcida de las aventuras de Charlie Brown. En su segundo filme el ángulo es un poco distinto: abundan los adultos que se portan como quinceañeros e incluso como niños de kínder. Siguiendo los pasos de la larga noche de Cristóbal, un hombre en plena crisis matrimonial, la película cuenta una historia deshilachada, mínima y armada a partir de la obsesión del personaje por pegarse un buen revolcón, aunque sea pagado. El mundo de Sandoval es acotado, pero dentro de él se mueve a sus anchas: los diálogos son tan violentos como ingeniosos, las situaciones son desaforadas y la ciudad –incluso en sus rincones más chatos- aparece bajo la mirada de un director que la quiere porque la ha caminado y sufrido como sus personajes. No es una historia de crecimiento. De hecho, podría decirse que el héroe habla mucho y aprende poco. Pero eso, que a veces en otras películas resulta en puro tedio, acá funciona. He aquí un gran ejemplo de ese amargo humor chileno que conocemos de sobremesas y trasnoches y que Sandoval trae de vuelta al cine, para que nos riamos y a veces –con un cierto escalofrío- nos reconozcamos en la pantalla.

 

 

 

Trascendence

Director: Wally Pfister

Actores: Johnny Depp, Rebecca Hall

USA, 119 minutos, TE+7

Pfister, el director de fotografía de casi todas las películas de Christopher Nolan, debuta aquí como realizador a secas. Y lo hace con un thriller de ciencia-ficción que es tan cerebral como elegante y tan distanciado como fallido. Es una película que construye un astuto relato sobre los nuevos peligros del mundo digital para luego disolverse en otra historia más de persecución y destrucción bajo el cliché de hombres vs máquinas. Pero antes que venga el caos, Trascendence presenta un argumento de mucho valor: un experto en inteligencia artificial queda moribundo tras un atentado. Desesperada, su mujer decide conectar su cerebro a un prototipo digital que de alguna forma “carga” su conciencia en un entramado de terabytes que primero existe en una bodega, luego en un sótano y más tarde toma control de todo un pueblo. La pregunta de rigor: ¿es esta conciencia virtual el siguiente estadio del ser humano o se trata de un programa que cree ser una persona? ¿Es el nacimiento de la Singularidad, el concepto de un nuevo tipo de inteligencia artificial que también fuera el tema central de Her, de Spike Jonze? Pfister pierde control de todas las pelotas que lanza al aire, pero su película está a años luz de lo que se entiende hoy por blockbuster de ciencia-ficción. Es un debut valioso, atrayente y capaz de inspirar debate mucho después que hayan corrido los créditos.

 

 

 

El Lórax, En Busca de la Trúfula Perdida

Director: Chris Renauld, Kyle Balda

USA, 86 minutos, TE.

 

En Chile se le ubica muy poco, pero en Estados Unidos Theodor Seuss (m ás conocido como el Doctor Seuss) es una institución de la literatura infantil. Varios de sus libros han sido llevados al cine, entre ellos El Grinch y Horton y el Mundo de los Quién. Seuss publicó El Lórax en 1971, como una fábula destinada a enseñar a los niños los rudimentos del ecologismo.

Sus metáforas son obvias hasta rozar la ramplonería: en una ciudad donde todo es artificial y el mayor negocio es vender aire fresco, un niño empieza a investigar sobre cómo fue que desaparecieron todos los árboles. De esa forma encuentra a un ermitaño que le cuenta cómo la flora y fauna del lugar fueron arrasadas por su propia ambición, cuando talara los bosques para levantar un imperio industrial.

El Lórax es una película infantil bastante digna, pero la tensión entre su denuncia oficial (salvemos la naturaleza) y la que de veras está en pantalla (derribemos el capitalismo) hace pensar que aquí faltó coraje y sobró el 3D. Sin embargo, es innegable que divierte mucho más de lo esperado, sobre todo gracias a guiños adultos como el paralelo que se puede trazar entre el joven industrial arrebatado por su visión y el fallecido fundador de Apple.

 

 

 

Esto es Guerra

Director: McG

Actores: Chris Pine, Tom Hardy

USA, 96 minutos, TE.

 

El 2008, canal 13 emitió la primera temporada del reality Amor Ciego, donde varios hombres competían por una chica. Y algunos de sus momentos más perturbadores vinieron cuando, cerca del cierre, se hizo costumbre que los finalistas comentaran entre ellos cómo les había ido en la cita con la mujer: “Fue increíble. Mañana te toca a ti”.

Esto es Guerra es una larga y costosa versión de esa misma idea. Dos agentes secretos que son amigos del alma se descubren interesados en la misma chica. Lo que viene es una serie de escenas a lo Looney Tunes donde ambos se boicotean y vigilan mutuamente.

Como diversión de domingo por la tarde puede ser pasable, pero resulta obvio para cualquier espectador atento que el verdadero romance no es con la chica. Estos tipos apuestos, elegantes, impecables hasta el exceso, que viven en departamentos dignos de un villano de James Bond, existen en otro universo. Se arrancaron de otra película, una mejor y más honesta, donde la mujer no existe y el conflicto radica en qué serie del cable van a ver juntos después del trabajo.

Hay una subtrama relacionada con un traficante de armas, pero ese villano, tal como la chica, es por completo irrelevante.

 

 

 

Los Juegos del Hambre

Director: Gary Ross

Actores: Jennifer Lawrence, Josh Hutcherson

USA, 142 minutos, mayores de 18.

Basada en el primer libro de una trilogía, esta película transcurre en una Norteamérica futura donde la guerra interna ha causado el reordenamiento político del país. Un gobierno central y próspero explota a los demás estados. Parte de la humillación es exigirles un tributo anual de dos jóvenes que deben luchar en un juego de supervivencia televisado en vivo, al estilo de lo que fueran las competencias de Running Man (1987).

La historia sigue a Katniss, una chica que se ofrece voluntaria para salvar a su hermana de la muerte, y cuyo talento como arquera le será de utilidad en la pelea. A pesar de lo que sugiera la premisa, Los Juegos del Hambre no tiene la violencia explícita de Batalla Real (2000), la obra maestra japonesa sobre escolares que se mataban unos a otros en una isla desierta.

Lo que tiene es una historia atractiva y mucho menos boba de lo que parece. El director Ross (Pleasantville) no exhibe momentos de genio, pero mantiene el ritmo y evita que el relato se desvíe hacia la pretensión apocalíptica estilo La Carretera o hacia la melcocha castrante de la saga Crepúsculo.

Incluso se da el espacio para sugerir que el blanco de la sátira no son los reality shows, como indicaría la lectura más superficial. Quien lo explica mejor es el jefe de gobierno (Donald Sutherland), cuando aclara que el objetivo del concurso no es humillar, sino alentar a la gente: “La esperanza es mucho más poderosa que el miedo”.

Desde esa óptica, la competencia en la que Katniss lucha es una ceremonia anual donde la masa tiene la ilusión de participar en una batalla a muerte contra un Poder sin rostro. En Chile, por ejemplo, los juegos no serían un reality. Serían las movilizaciones sociales.

 

 

 

Los Vengadores

Director: Joss Whedon

Actores: Robert Downey Jr, Scarlett Johansson

USA, 142 minutos, TE+7.

 

Como ya saben los fanáticos, esta película cuenta el primer trabajo en equipo de Los Vengadores, el grupo de héroes integrado por figuras como Iron Man, Hulk y el Capitán América. Lo que pudo ser un caos a la hora de cruzar las distintas historias se vuelve un relato claro gracias a la conducción segura de Joss Whedon, el cerebro detrás de series como Buffy, la Cazavampiros y Firefly.

Pero la simpleza del guión escrito por Whedon tiene un precio: todo es plano y bastante básico, desde la intriga misma hasta las motivaciones del villano. Las escenas de acción podrán ser espectaculares (hay un ataque a una meganave militar que es magnífico en su coreografía) pero el conjunto transmite más la sensación de un episodio piloto que el de una película para cine.

En el cálculo titánico de producir un drama de acción donde nos importen los destinos de una decena de personajes, Whedon ha sacrificado la inspiración, el accidente y el exceso. Su película se disfruta, pero no hay en ella algo digno de recordar o volver a ver.

 

 

 

Titanic 3D

Director: James Cameron

Actores: Leonardo DiCaprio, Kate Winslet

USA, 194 minutos, TE.

Hay un momento de Titanic al que nunca le había prestado atención. Ocurre en la primera parte, cuando un técnico le muestra a la nonagenaria Rose (Gloria Stuart) una maqueta animada del hundimiento. Ante lo crudo y burdo de la recreación, Rose dice con ligero desprecio: “La experiencia fue algo diferente”.

Lo “diferente” no sólo es la multitud de detalles que la recreación a gran escala de James Cameron puso sobre la mesa. También es el tamaño en sí. La animación que Rose desdeña titila en un monitor de 14 pulgadas. El filme de Cameron es un mastodonte que vive (y a ratos deslumbra) en pantalla grande.

De ahí que sea un reencuentro muy extraño volver a ver la película en cine. Todo sigue como antes: el romance de cartón, la aparente crítica social, el iceberg, el hundimiento. El 3D aporta mucha textura y -por suerte- cero efectismo. Titanic nunca fue cine de avanzada: siempre tuvo ese aire de antigualla y reliquia de un Hollywood pre-años ’60. Por eso es tan curioso verla de nuevo. Si en 1997 Cameron intentó recrear un evento histórico, en este 2012 da un paso al abismo: ahora trata de reinventar su propio pasado como cineasta.

 

 

 


Guardianes de la Galaxia

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En Viaje a las Estrellas 4 (1986) alguien le decía al capitán James T. Kirk “Usted es del espacio exterior” y él contestaba con paciencia “No, yo soy de Iowa, sólo trabajo en el espacio exterior”. Esta nueva película Marvel es una versión de dos horas de ese breve diálogo. Por supuesto, tiene naves alienígenas, aparatos de poder supremo y decenas de razas cruzándose en pantalla, sin embargo en esencia es la aventura de Peter Quill (Chris Pratt), quien recorre la galaxia salvando el día pero que nunca deja de ser un chico norteamericano adicto a los malos chistes y a los grandes éxitos del pop de los ’80 y ’70.

Guardianes de la Galaxia trae al universo cinematográfico del estudio Marvel un saludable ventarrón de humor y tono liviano que contrasta con el tono sombrío de sus últimas películas. Aquí no están ni la crisis nerviosa de un Tony Stark o los conflictos morales de un Capitán América. Tampoco tiene el pomposo aire de debacle global que flotaba sobre el tedioso último tercio de Los Vengadores. Este es un relato de origen y por cierto abunda en guiños a otros personajes Marvel, pero no es una historia que requiera haber visto alguna otra película del estudio o que se demore en traumas personales. Lo que se explica porque la verdadera patria del filme no es el cómic que lo inspira, sino ese adorable subgénero de aventuras espaciales que La Guerra de las Galaxias nunca abrazó del todo, aquella tradición hoy perdida de la que se beneficiaron tipos tan olvidados (y tan respetables) como William Cameron Menzies e incluso Roger Corman.

Ese subgénero donde caben cimas del kitsch como Batalla Más Allá de las Estrellas (1978), Krull (1983) o genuinas joyitas olvidadas como The Last Starfighter (1984) y que aplicaba a los viajes espaciales la misma lógica del western y el cine de aventuras exóticas donde el héroe blanco rescata a los nativos del tirano o del corrupto. De hecho, la despreciada John Carter (2012) fue un intento descaminado pero noble por resucitar ese mundo. Y es de ese lote específico de cultura chatarra del cual el director Gunn se sirve con la misma astucia con la que se sirvió de los clichés del terror en su comedia Slither (2006). Gunn es un director ingenioso y dotado, incluso a la hora de conseguir que criaturas desopilantes como un mapache cascarrabias o un árbol humanoide luzcan atractivas.

Es menos claro por ahora si tiene talento para generar algún grado de emoción real. No se confundan: su enorme space opera entretiene y está llena de energía y grandes escenas de acción. Al mismo tiempo es fría y calculada, como si la hubieran escrito en las celdas de un Excel, como si todo ese oficio y esfuerzo se hubieran puesto nada más que al servicio de dejar a todo el mundo contento. En términos de oficio, ritmo y despliegue visual, está muy por encima de un mamarracho como Transformers 4. Pero su razón de existir es igual de mercenaria que la película de los Autobots y no hay mucho que recordar una vez que terminan de correr los interminables créditos finales.

 

(Publicado originalmente el 31 de julio de 2014 en La Tercera)


Relatos salvajes

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Hay que escarbar muy atrás, hasta la legendaria y olvidada Los monstruos (1963) de Dino Risi, para encontrar un filme de episodios que pulse las teclas de ferocidad, humor negro y asco social que se cuelan en las seis historias de la nueva película del argentino Szifrón. Creador de la serie Los simuladores (2002) y director de la divertida Tiempo de valientes (2005), el sujeto acá escribe y dirige un conjunto de postales trasandinas (algunas como la inicial un breve sketch, otras casi con la extensión de un episodio de sitcom) que van hundiendo el dedo en la vieja herida que ya estaba abierta en la época en que Osvaldo Soriano escribiera Una sombra ya pronto serás.

Y la herida es la de siempre, la que ha sido desde que el Estado traicionara al gaucho Martín Fierro: Argentina está en ruinas. En el fondo del hoyo. Puede ser el paisaje árido y desierto que atraviesa Leonardo Sbaraglia en su elegante auto en el tercer episodio o puede ser la urbe descalabrada y gris que le toca habitar al ingeniero que interpreta Ricardo Darín. Incluso puede ser –en el segundo mejor episodio del lote- una fuente de soda perdida en la noche donde a una garzona le toca atender al hombre que arruinó su vida. No importa: la destrucción en todas sus facetas es total. Y el recuerdo del clásico de Dino Risi no es gratuito, porque este –como otros filmes argentinos desde Nueve Reinas hasta las viejas comedias de Porcel- bebe de esa sanguinaria vertiente de la ficción italiana que concibe al Estado como una mafia, a la población como un rebaño y al país como una farsa.

Por eso el mejor episodio es el penúltimo, aquel donde un viejo de clase alta discurre junto a su abogado una estrategia de coimas y mentiras que engloba no solamente lo peor de la especie humana sino también lo peor de las instituciones. Relatos salvajes no tiene grandes artificios narrativos ni exhibe un estilo que llame la atención sobre sí mismo. Es una película abocada a contar sus historias de brutalidad, egoísmo y venganza con precisión y sin aspaviento, porque es tarde y el bar está cerrando, porque es tarde y afuera hace frío, los policías van a cobrar su parte, la ciudad está ardiendo y ya no pasan taxis. Es doloroso confesar que uno se rió a carcajadas con Relatos salvajes: significa reconocer que la miseria humana que Szifrón ambienta dentro de las fronteras de Argentina también vive y prospera dentro de Chile.

 

(Publicado originalmente en La Tercera, 21 agosto 2014)



Gimme Shelter

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Los Stones hicieron canciones sobre la necesidad de entender que la sociedad es una mierda, que no existe paz ni refugio en ninguna parte y que ya no es posible creer en ningún tipo de promesa. Tal vez por eso ya no tenga sentido que ahora que están viejos toquen Satisfaction (la pataleta de un chico mimado que tiene casi todo y quiere aún más) pero sí sea relevante que toquen Gimme Shelter, esa obra maestra que nos dice que la gente se mata en las calles, que el crimen campea y que debemos vivir en el miedo: la clase de idea del mundo que tiene cualquier viejo adicto a los noticiarios. Springsteen, por otro lado, tuvo alguna vez contacto con el nihilismo de los Stones, pero en su vejez ha evolucionado en la ruta inversa. La sola posibilidad de que me pueda subir a un escenario a tocar a esta edad implica que todavía podemos creer en promesas, nos dice. De hecho, dice algo más: que una vida donde no es posible creer en la utopía de un mundo mejor, de un amor eterno o de una libertad personal (la vida infernal que retrata Gimme Shelter) es una existencia que no nos merecemos y que sólo existe en la gran mentira que nos ha contado la sociedad. Los Stones dicen: queremos poder para resistir al poder. Springsteen dice: no es posible tener poder sin convertirse en El Poder.

 

https://www.youtube.com/watch?v=kxPoCgk7A90&list=WL&index=176

 

 


Perdida (Gone Girl)

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Una mujer desaparece de su casa una mañana. Su esposo llama a la policía, se pone en marcha la búsqueda de rigor y –en el contexto de difundir el evento a los medios- la aparente frialdad del sujeto respecto a su tragedia empieza a despertar sospechas en los mismos detectives, en la prensa y en su propia comunidad. ¿Mató el hombre a la mujer? ¿Qué conductas se deberían esperar de una persona en su situación? ¿Qué se puede considerar “normal” en un hecho policial? ¿En una vida? ¿O en un matrimonio?

Incluso desde Alien 3 (1992), Fincher ha girado en torno a dos grandes temas: la dificultad de conocer a nuestros semejantes y el deseo de algunos de ellos por controlar o destruir el mundo que les rodea. Está la opacidad del carácter de personajes como Mark Zuckerberg en Red Social y Edward Norton en El Club de la Pelea y está la obsesión de dominar a otros que exhibían orgullosos los psicópatas de Seven y Zodíaco. Están las parejas que guardan secretos (como un embarazo o una doble personalidad) y están las casas convertidas en campos de batalla, como la elegante mansión de La Habitación del Pánico o la ruina industrial donde Tyler Durden diseñaba el Proyecto Caos.

Todos estos vectores se cruzan en Perdida, que bajo sus dobles y triples apariencias esconde una mirada juguetona pero muy amarga sobre el matrimonio y sobre lo que significa interpretar un rol frente a quien prometimos amar. La pareja como teatro y el teatro como gran guiñol: en Perdida corre mucha sangre, hay sexo clandestino, complots judiciales y un guión donde la única persona auténticamente decente de toda la historia queda sola y abandonada en el páramo. Esto era en el papel –en la novela original de Gillian Flynn- material de thriller B y no es difícil imaginar que si Perdida se hubiera filmado en 1992 la habría dirigido Paul Verhoeven con Sharon Stone y Richard Gere. Pero Fincher convierte la historia no sólo en una gran película (uno de los mejores entretenimientos adultos de la última década) sino también en una pista de despegue para reelaborar la idea que mueve su cine desde los ’90: queremos conocer el corazón de los demás para doblegarlos. Para que nos confirmen en nuestra fantasía de que merecemos cariño, sexo y atención y para que nos digan cada noche al oído que sí, que somos hermosos y únicos copos de nieve.

(Publicado originalmente en La Tercera, 23 octubre 2014)


Interestelar, de Christopher Nolan

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Como la mayoría de los filmes de Nolan, este drama de ciencia-ficción ambientado en el futuro cercano gira en torno a los esfuerzos del héroe por conseguir que un mecanismo o un plan maestro funcione. También, como otros filmes del director, gasta la primera mitad en sentar reglas lógicas que su desenlace ignora o destruye. Ninguno de ambos factores juega en contra de la diversión que entrega Interestelar y no deja de asombrar la capacidad de Nolan para sugerir complejidad intelectual y grandes preguntas donde en el fondo sólo hay espectáculo y espíritu de matiné. La historia sigue a Cooper, un astronauta retirado que intenta mantener a su familia en una Tierra moribunda que ya no puede sostener los cultivos necesarios para alimentar a la población. Cooper es convocado para un viaje secreto en busca de un nuevo planeta habitable fuera de la galaxia, una misión que es trágica en su origen ya que aceptarla implica no volver a la Tierra en décadas. Como ya es típico en Nolan, el contexto social que originó la crisis es aludido en un breve diálogo (“6 mil millones de personas y todos quieren tenerlo todo”) y su seudo-crítica al capitalismo es igual de tenue que lo fuera su interés en el concepto de justicia en las películas de Batman. Interestelar no es una película anclada a este planeta ni al mundo real en ninguno de sus ángulos y cuando se detiene en ellos –como en las torpes escenas que pretenden mostrar las relaciones dentro de la familia del héroe- cae como piedra, latea y da vergüenza ajena. Pero cuando sale al ancho mundo fuera de la galaxia entrega una historia ágil, sin ningún sentido lógico, y sin embargo apabullante en su despliegue técnico. Le sobra metraje y su clímax-epifanía hace uso de una paradoja temporal que estaba resuelta de forma mucho más elegante en la olvidada Zathura (2005) de Jon Favreau. Aun así, es uno de los pocos estrenos de este año que de verdad merecen ser vistos en una sala de cine.

(Publicado originalmente en La Tercera, 6 de noviembre 2014)


Mis cuentos favoritos

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Sin duda las novelas son un gran invento. Pero ni la mejor novela puede acercarse a la sensación de felicidad y plenitud que ofrece un cuento perfecto cuando se lo lee en el momento justo. Algunos de estos relatos me los topé cuando era niño. Al menos dos de ellos los vine a conocer recién hace un par de años. Los anoté sin orden alguno, porque calificarlos de mejores a peores habría sido una tarea inútil. En algunos casos puse dos o tres de un mismo autor por razones que no necesariamente tienen que ver con calidad: hay dos cuentos de Rulfo y cinco de Philip K. Dick, pero en ningún sentido estoy diciendo que el norteamericano sea mejor que el tipo que escribió El llano en llamas.

Lo que sucede es que en ciertos autores un solo cuento no transmite todo el universo que sus historias ponen en juego. Piglia, por ejemplo, se ha movido entre temáticas y obsesiones de las cuales Las actas del juicio me parece una síntesis perfecta. Lo mismo Kipling, Quiroga y Coloane, tres escritores que leí cuando era muy niño y que jamás me he podido quitar de encima. Bierce, por otro lado, tiene tres menciones porque no fui capaz de quitar ninguna de ellas. De hecho, si algún día me pillaran volando bajo podría agregar Un jinete por el cielo.

Algunos de mis cuentos favoritos se pueden resumir en una charla de sobremesa (como Dos caballeros del Día de Acción de Gracias) y otros en verdad necesitan ser leídos para entender la historia o la sub-historia que están inventando, como es el caso de Adiós, hermano mío y Teatro Grottesco.

Y si hablamos de terror, es difícil que una novela, con todos sus recursos y extensión, pueda superar algo como La garra del mono. De hecho, ninguno de los cuentos sobre los mitos de Chtulhu inventados por Lovecraft me parece superior a En la cripta, que no tiene demonios ni bestias espaciales, sólo un hombre tacaño y un montón de ataúdes.

El placer de toparse con un cuento que amas y seguirás amando tiene muchas puertas de entrada.

Por ejemplo, un final perfecto, como el de Algo pequeño y bueno: “Lo escuchaban. Comían lo que podían. Tragaron el pan negro. Era como el pleno día bajo la luz fluorescente. Hablaron hasta la mañana, con la pálida huella de luz en las ventanas y ya no pensaban en irse”.

O un comienzo perfecto, como el de Vacation ’58: “Si papá no le hubiera disparado a Walt Disney en la pierna, habría sido la mejor vacación de todas”.

O una frase solitaria en medio de la nada que te ilumina algo que siempre quisiste decir pero no sabías cómo poner en palabras: “Me la paso perdiendo con este maldito sueño de ser entendida sin yo tener que explicar o llamar”. Esa frase es de La pecera, de Alejandra Farías. Es el cuento que cierra Santiago, pena capital, una antología publicada en 1991 y es el único relato que le he leído a la autora. Y con eso fue suficiente.

Estos no son “los mejores cuentos que he leído”. Hay cuentos perfectos que encuentro profundamente antipáticos, como Los asesinos, de Hemingway o Un hombre muy viejo con unas alas enormes, de García Márquez. De hecho, toda la dichosa aura de realismo mágico de ese cuento tan prestigioso del colombiano para mí no le gana a Un día de estos, donde pone en boca de un dentista de pueblo esa línea digna de Raymond Chandler: “Aquí nos paga veinte muertos, teniente”.

Hay cuentos brevísimos (el de Rey Rosa tiene casi tres páginas) y otros que podrían ser novelas cortas, como la joya de Mark Twain que es la gran película coral que Robert Altman nunca llegó a filmar. Hay dos letras de canciones que me parecen cuentos perfectos y las puse porque, bueno, esta es una lista personal.

Algunos de los títulos tienen link a los textos completos en diversas páginas.

Cheever creía que un buen cuento incluso podía influir en la salud física del lector. No estoy seguro de eso, pero sí tengo claro que un buen cuento puede hacer a la gente muy feliz y eso ya es una gran cosa.

-I-80 Nebraska, M.490-M.205, John Sayles.

-El puente sobre el Río del Búho, Lo que ocurre por la noche en la Quebrada de la Muerte y La ventana entablada, de Ambrose Bierce.

-Reunión y Adiós, hermano mío, John Cheever.

-Algo pequeño y bueno, Raymond Carver.

-Vacation ’58, John Hughes.

-Señales captadas en el corazón de una fiesta, Rodrigo Fresán.

-Nadar de noche, Juan Forn.

-Vieja moralidad, Carlos Fuentes.

-El tío Wiggily en Connecticut, J.D. Salinger.

-Las actas del juicio, Ricardo Piglia.

-El país antiguo y Los muchachos, Ethan Coen.

-Taibele y su demonio y Sangre, de Isaac Bashevis Singer.

-Dos caballeros del día de Acción de Gracias, O. Henry.

-El aliento del cielo, Carson McCullers.

-Las ruinas circulares y El evangelio según Marcos, Jorge Luis Borges.

-El padre, Olegario Lazo.

-Sobremesa, Julio Cortázar.

-Lucero, Oscar Castro.

-El vaso de leche, Manuel Rojas.

-El policía de las ratas y Ultimos atardeceres en la tierra, Roberto Bolaño.

-El insigne cohete, Oscar Wilde.

-Un hombre bueno es difícil de encontrar, Flannery O’ Connor.

-La jarra de monedas y Chicos de cumpleaños, Truman Capote.

-Fue, William Faulkner.

-Los muertos, James Joyce.

-En la cripta, H.P. Lovecraft.

-El estado de gracia, Harold Brodkey.

-El desafío, Mario Vargas Llosa.

-Mira donde va el lobo, Antonio Skármeta.

-Petición urgente de un enamorado acusado de arrojar volantes de reacción furibunda a una situación generalizada de injusticia social, Sergio Gómez.

-La pesca milagrosa, Edesio Alvarado.

-Sub sole, Baldomero Lillo.

-El orden de las familias, Jorge Edwards.

-La espera y La mano, Guillermo Blanco.

-El año de la bomba, Jaime Collyer.

-Los moribundos, de Julio Ramón Ribeyro.

-Petróleo y Mecánicos, Osvaldo Soriano.

Diles que no me maten! y No oyes ladrar los perros, Juan Rulfo.

-El rastro de tu sangre en la nieve y Un día de estos, Gabriel García Márquez.

-Esbjerg, en la costa, Juan Carlos Onetti.

-Los perros jaros, Rudyard Kipling.

-El paso del Yabebirí, de Horacio Quiroga.

-La botella de caña, Francisco Coloane.

-El grabado, M.R. James.

-Young Goodman Brown, Nathaniel Hawthorne.

-La garra del mono, W.W. Jacobs

-El hombre que corrompió a Hadleyburg, Mark Twain.

-The Laurel and Hardy Affair, Ray Bradbury.

-Angeles del Carcinoma, Norman Spinrad.

-La segunda variedad, Espero llegar pronto, La fe de nuestros padres, El artefacto precioso y La puerta de salida lleva adentro, Philip K. Dick.

-Di que sí, Tobias Wolff.

-Los reyes de la arena, George RR Martin.

-El emperador del aire, Ethan Canin.

-Prueba de aptitud y Pelando a Rocío, de Alberto Fuguet.

-La pecera, Alejandra Farías.

-Playa quemada, Gustavo Nielsen.

-19 de diciembre de 1971, Roberto Fontanarrosa.

-Entre los muertos, Gardner Dozois y Jack Dann.

-Teatro Grottesco, Thomas Ligotti.

-The last act, Roal Dahl.

-La niña que no tuve, Rodrigo Rey Rosa.

-El aljibe, Mariana Enríquez.

-The river, Bruce Springsteen.

-Hit somebody (The hockey song), Warren Zevon.


Dios salve a los niños

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El monólogo final de Lillian Gish en La noche del cazador (que acabo de ver en la sala UC) dice así: “Dios salve a los pequeños niños. El viento sopla y la lluvia es fría, pero ellos lo aceptan, lo aceptan y perduran“. Pero el monólogo original escrito por James Agee dice así: “Para cada niño, rico o pobre, llega la hora de correr por un lugar oscuro. Y no hay palabras para el miedo de un niño. Un niño ve una sombra en la pared y ve un tigre. Y los mayores dicen: No hay tigre, ve a dormir. Y cuando ese niño duerme, sueña el sueño del tigre y es una noche de tigres y es el aliento de un tigre en el ventanal. Dios salve a los pequeños niños“. Laughton debe haberlo desechado porque era excesivamente “literario” (y porque tenía a Lillian Gish) pero el texto es bellísimo.

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Los Juegos del Hambre: Sinsajo Parte 1

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Volvemos al mundo de Panem, esta especie de Norteamérica post-apocalíptica donde la ciudad Capitolio controla el ejército, el dinero y la tecnología en desmedro de todo el resto del territorio, habitado por personas que parecen haber retrocedido a los tiempos de la Gran Depresión. Y volvemos a encontrarnos con Katniss (Jennifer Lawrence), quien ha conseguido escapar de los esbirros del presidente de Capitolio, sólo para caer en el bando de quienes resisten a la dictadura, un ejército clandestino liderado por una mujer llamada Alma Coin. El problema es que Alma y sus consejeros ven a Katniss antes que nada como una formidable herramienta de propaganda, un uso no muy distinto del que le dieran los burócratas de Capitolio en las dos películas anteriores. El conflicto es si Katniss aceptará volverse el rostro de la revolución, aunque eso implique protagonizar videos virales que tienen la sutileza de un afiche soviético de los ’30. La película sucede en un mundo militar y arrasado, pero sus conexiones con nuestra realidad son inesperadas: la guerra comunicacional entre ambos bandos, por ejemplo, recuerda el impacto que han producido en internet los videos de ejecuciones publicados por guerrilleros de ISIS. Sin embargo, todas esas ideas vuelan sueltas en una película que tiene el síndrome que también perjudicara a Harry Potter y las Reliquias de la Muerte Parte 1, y es que se acaba justo cuando se pone interesante. El grueso de sus dos horas de metraje está consagrado a escenas de exposición y diálogo que preparan una guerra que promete ser espectacular, pero de la que sólo alcanzamos a ver los preparativos. Es muy curioso ver en estos días una superproducción orientada al público juvenil que sea tan estática y dialogada, incluso al compararla con los bajísimos estándares de sagas recientes como Crepúsculo. El concepto original es atractivo y Lawrence sigue haciendo creíble a un personaje que es cada vez más caricaturesco. Pero ella y su drama están atrapados en los juegos del hambre de las franquicias modernas, donde estirar el chicle es la regla y contar bien la historia es un requisito secundario.

(Publicado originalmente en La Tercera, 20 de noviembre 2014)


Oleanna en español

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Esta es una traducción de la obra Oleanna de David Mamet para un proyecto de montaje que al final no llegó a puerto. No soy traductor profesional, pero hice lo mejor que pude. La publico acá para descargar en pdf para la lectura recreativa de quien se interese en Mamet y los temas de su trabajo.

Oleanna



El problema de la guitarra

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Una guitarra, técnicamente, es una caja de madera conectada a un cuello de madera en cuyo final se anudan cuerdas que se estiran a lo largo del cuello y el cuerpo de la caja, cuyo orificio central permite que el sonido de las cuerdas retumbe dentro de la caja y se escape hacia el exterior. Ahora, ¿qué es la guitarra? ¿Es un conjunto de cuerdas en distintos niveles de tensión junto a las cuales la caja de madera funciona sólo como un mecanismo de amplificación del sonido? ¿O es una caja cuya amplificación da vida, cuerpo y sentido a los pequeños sonidos emitidos por un grupo de cuerdas que sólo tienen sentido en su tensión conectadas a la caja? ¿Dónde está la guitarra? ¿En las cuerdas? ¿En la caja de resonancia? ¿En el medio? ¿O acaso podríamos decir que la guitarra sólo existe en el circuito que aparece cuando alguien la hace sonar rasgueando las cuerdas? ¿Existe la guitarra si nadie la toca y no se produce el eco que va de las cuerdas a la caja? Y si hablamos de guitarras eléctricas, que no tienen caja ¿en qué punto esas guitarras dejan de ser “guitarras”?

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“There’s no safety, you dumb bitch”

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En un año donde vi mucha tele y mucha tele buena, creo que el mejor momento de una serie este 2014 fue el encuentro de The Hound con Brienne de Tart en el final de temporada de Game of Thrones. No sólo por la magnífica pelea que cierra la escena, sino por el diálogo que tienen antes. Cuando The Hound le lanza a Brienne esa gloriosa parrafada digna de Mamet: “Safety?! Where the fuck’s that? Her aunt in The Eyrie is dead. Her mother’s dead. Her father’s dead. Her brother’s dead. Winterfell is a pile of rubble. There’s no safety, you dumb bitch. If you don’t know that by now, you’re the wrong one to watch over her“. Pero luego viene la joya. Cuando Brienne le pregunta sarcásticamente si acaso él está cuidando a Arya y The Hound -quizás uno de los bichos más despreciables de toda la serie en 4 temporadas- duda medio segundo, inspecciona su alma, descubre que podría haberse librado de Arya hace días, que ya no le sirve de nada, que no puede venderla o usarla, que no queda NADIE que se interese por la suerte de la niña y entonces The Hound vuelve de esa certeza como quien vuelve de un sueño y dice: “Sí, eso es lo que estoy haciendo. La estoy cuidando“.

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(*) Es probable que si no le tuviera tanto cariño a GOT hubiera elegido otro momento que quedó finalista: cuando la sheriff de Fargo invita al patrullero (Colin Hanks) a comer con su hija y lo que parece una simple conversación entre colegas se vuelve el cuestionario de rigor que una mujer le hace al tipo con el que quiere pasar el resto de la vida.


El Hobbit: La Batalla de los Cinco Ejércitos

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Peter Jackson debe ser uno de esos invitados odiosos que nunca entienden que ya son las tres de la mañana y tienen que irse. O tal vez sea un tipo encantador, pero que ha tenido la mala idea de convertir sus últimos trabajos en ladrillazos agotadores. De la trilogía de películas de El Hobbit (precuelas a su vez de la trilogía de El Señor de los Anillos) La Batalla de los Cinco Ejércitos es la más breve. Sólo dura dos horas y veinticuatro minutos, que se estiran como chicle hacia un final –el del libro- que luego da paso a otro final –el agregado por Jackson- y de ahí a una secuencia de créditos kilométrica y con canción incluida. La extensión de un filme no es un dato positivo o negativo en sí mismo: La Comunidad del Anillo (2001) sigue siendo la mejor película que el director haya hecho sobre el mundo de Tolkien y es incluso más larga que esta. El problema en La Batalla de los Cinco Ejércitos es que uno se pregunta muchas veces durante la proyección cómo es que una historia que incluye enfrentamientos con un dragón y toda clase de escaramuzas bélicas a campo abierto se las puede arreglar para ser tan plana y vacía de interés. En este episodio de cierre se resuelven los dos conflictos abiertos por el capítulo anterior: cómo se derrota a una criatura indestructible y cómo se negocia un botín sobre el que distintos bandos reclaman posesión. A la larga, la trilogía previa tenía un mejor arco dramático porque la lucha desesperada contra el Mal es un resistente cliché narrativo que ni siquiera Jackson pudo estropear del todo. El problema general de esta segunda trilogía es que el objetivo no es salvar la Tierra Media sino obtener un tesoro. Lo que sugiere una triste conclusión a la salida del cine: El Hobbit, como La Gran Estafa o Atraco Perfecto, es nada más que una historia de cómo-robamos-la-bóveda. Pero, a diferencia de esos ejemplos citados, se pasa de rosca y se desbarranca hacia un hoyo más hondo que el Abismo de Helm. Jackson ha dicho que no piensa volver a filmar otra historia del mundo de Tolkien. Gracias a Dios.

(Publicado originalmente en La Tercera, 11 de diciembre 2014)


“Familias, criaderos de alacranes”

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Mis palabras,
al hablar de la casa, se agrietan.
Cuartos y cuartos, habitados
sólo por sus fantasmas,
sólo por el rencor de los mayores
habitados. Familias,
criaderos de alacranes:
como a los perros dan con la pitanza
vidrio molido, nos alimentan con sus odios
y la ambición dudosa de ser alguien.
También me dieron pan, me dieron tiempo,
claros en los recodos de los días,
remansos para estar solo conmigo.
Niño entre adultos taciturnos
y sus terribles niñerías,
niño por los pasillos de altas puertas,
habitaciones con retratos,
crepusculares cofradías de los ausentes,
niño sobreviviente
de los espejos sin memoria
y su pueblo de viento:
el tiempo y sus encarnaciones
resuelto en simulacros de reflejos.
En mi casa los muertos eran más que los vivos.
Mi madre, niña de mil años,
madre del mundo, huérfana de mí,
abnegada, feroz, obtusa, providente,
jilguera, perra, hormiga, jabalina,
carta de amor con faltas de lenguaje,
mi madre: pan que yo cortaba
con su propio cuchillo cada día.
Los fresnos me enseñaron,
bajo la lluvia, la paciencia,
a cantar cara al viento vehemente.
Virgen somnílocua, una tía
me enseñó a ver con los ojos cerrados,
ver hacia dentro y a través del muro.
Mi abuelo a sonreír en la caída
y a repetir en los desastres: al hecho, pecho.
(Esto que digo es tierra
sobre tu nombre derramada: blanda te sea.)
Del vómito a la sed,
atado al potro del alcohol,
mi padre iba y venía entre las llamas.
Por los durmientes y los rieles
de una estación de moscas y de polvo
una tarde juntamos sus pedazos.
Yo nunca pude hablar con él.
Lo encuentro ahora en sueños,
esa borrosa patria de los muertos.
Hablamos siempre de otras cosas.
Mientras la casa se desmoronaba
yo crecía. Fui (soy) yerba, maleza
entre escombros anónimos.

Del poema Pasado en claro, de Octavio Paz.


El final

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No quedé del todo satisfecho con el final de Los 80. Sin embargo, estoy sorprendido de los que alegaron que era un inmerecido final feliz. Desde su inicio, la serie fue una historia sobre los esfuerzos de los Herrera por mantener a flote su familia y educar a sus hijos. Específicamente, sobre los esfuerzos de Juan Herrera por criar gente de bien y por enseñarles a asumir sus responsabilidades. En el capítulo de anoche, Juan obliga a Félix a visitar a la familia del hombre atropellado. Le ofrece entrar con él y Félix se niega. Lo que es un dato clave, porque el discurso de Félix frente a la viuda es lo contrario de lo que su padre le enseñó: alega estar ahí para “dar la cara” (25 años después) y reconoce que anónimamente ha enviado dinero para paliar su culpa. No va a pedir perdón. Va a demostrar con falsa retórica que él se ha hecho cargo, que es un hombre decente y que no tiene de qué arrepentirse. Y se despide ofreciendo su tarjeta. Félix Herrera se convirtió en la misma clase de hombre que fuera Ricardo Assad (Gonzalo Robles), el gordo chanta que estafó a Juan en la quinta temporada. Todos los hijos de la familia Herrera evolucionaron durante la serie. Pero era Félix el centro desde el que vimos el paso del tiempo y es Félix quien en muchos momentos se vio como el más parecido a su padre. Pero no lo era. La familia termina frente a un proyector viendo fotos de los viejos tiempos. No lo hicimos tan mal, dice Juan. Es cierto: pero al menos para uno de ellos esa felicidad es una mentira. Porque no aprendió nada o porque aprendió al revés, porque Juan Herrera –quizás uno de los personajes más nobles de la ficción chilena- terminó criando a un carajo y nunca se enteró.


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